Incentivado por las denuncias del periodista Julián Martínez, fui a dar al Instagram del Ñeñe Hernández. Un lugar más o menos extraño, según como se interpreten las fotos, con un par de imágenes particularmente perturbadoras.
Es evidente en su cuenta de Instagram la cercanía al poder. El presidente Duque posa para la foto. El expresidente Uribe también. Alejandro Char, Elsa Noguera y hasta Pachito Santos hacen parte de la red social del millonario testaferro. Todo eso ya se dijo.
Como también se comentó la presencia de altos militares (en el caso del Ñeñe, la expresión “mi general” nunca tuvo tanto sentido). Los otros lujos que acompañan el día a día del supuesto encargado de lavar dineros para el narcotraficante Marquitos Figueroa van desde avión privado hasta camionetas, banquetes y fiestas.
Probablemente no se necesitaba una confirmación visual para imaginar el círculo cercano del Ñeñe. Era más o menos predecible lo que habría en su red social si estamos hablando de una persona a la que le fueron incautadas estaciones de combustible, establecimientos de comercio, inmuebles, camionetas y muchas vacas.
En realidad, son las vacas las que asustan mucho más que la confirmación de lo corruptas que pueden ser nuestras clases políticas o lo conectadas que están con lo narco. En una foto en particular se condensa buena parte del problema. Un animal enorme mira a la cámara en un primer plano. En el lomo lleva una botella de whiskey. No hay mucho más en la escena, salvo por los zapatos de una persona escondida detrás de la vaca.
¿Cuál podría ser el mensaje de una escena como esa? ¿Qué nos querría decir el Ñeñe? ¿Gustaría acaso del surrealismo? ¿Esta composición es sueño o pesadilla? ¿Habrá que darle a esa anecdótica foto y a todas las demás en que surge una oda a la ganadería alguna importancia? ¿No deberían suscitar una atención similar a la que ponemos en las imágenes de personajes políticos?
Incentivado por las denuncias del periodista Julián Martínez, fui a dar al Instagram del Ñeñe Hernández. Un lugar más o menos extraño, según como se interpreten las fotos, con un par de imágenes particularmente perturbadoras.
Es evidente en su cuenta de Instagram la cercanía al poder. El presidente Duque posa para la foto. El expresidente Uribe también. Alejandro Char, Elsa Noguera y hasta Pachito Santos hacen parte de la red social del millonario testaferro. Todo eso ya se dijo.
Como también se comentó la presencia de altos militares (en el caso del Ñeñe, la expresión “mi general” nunca tuvo tanto sentido). Los otros lujos que acompañan el día a día del supuesto encargado de lavar dineros para el narcotraficante Marquitos Figueroa van desde avión privado hasta camionetas, banquetes y fiestas.
Probablemente no se necesitaba una confirmación visual para imaginar el círculo cercano del Ñeñe. Era más o menos predecible lo que habría en su red social si estamos hablando de una persona a la que le fueron incautadas estaciones de combustible, establecimientos de comercio, inmuebles, camionetas y muchas vacas.
En realidad, son las vacas las que asustan mucho más que la confirmación de lo corruptas que pueden ser nuestras clases políticas o lo conectadas que están con lo narco. En una foto en particular se condensa buena parte del problema. Un animal enorme mira a la cámara en un primer plano. En el lomo lleva una botella de whiskey. No hay mucho más en la escena, salvo por los zapatos de una persona escondida detrás de la vaca.
¿Cuál podría ser el mensaje de una escena como esa? ¿Qué nos querría decir el Ñeñe? ¿Gustaría acaso del surrealismo? ¿Esta composición es sueño o pesadilla? ¿Habrá que darle a esa anecdótica foto y a todas las demás en que surge una oda a la ganadería alguna importancia? ¿No deberían suscitar una atención similar a la que ponemos en las imágenes de personajes políticos?