Macrolingotes

Maletas con plata

Óscar Alarcón
28 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.

Cuando el general Rafael Reyes sintió el sol a las espaldas y quiso dejar la Presidencia, se inventó un viaje a Santa Marta y lo más granado de la ciudad, encabezados por el gobernador y el alcalde, le organizaron un homenaje. Se dieron cita en el centro social a las siete de la noche del 13 de junio de 1909. Grandes bandas de música alegraban el ambiente con agradables melodías. Pero el mandatario no llegaba. Las mujeres elegantes y los hombres con vestidos blancos de lino oliendo a agua de colonia María Farina, comenzaron a impacientarse. Casi a las nueve de la noche un militar dio la noticia de que el general Reyes se había embarcado en un vapor que salía del puerto en ese instante. Desconcertados, los invitados corrieron al balcón para cerciorarse de lo que les decían. La noche era estrellada, pero oscura y a lo lejos se veía la silueta iluminada del Manistí, barco que llevaba al exilio al presidente. Como no había vicepresidente (tema que se trató aquí la semana pasada), Reyes encargó del gobierno a su ministro y consuegro Jorge Holguín.

José Gnecco Mozo en su Historia del derecho constitucional colombiano (página 109) relata que Gustavo Gnecco (hermano mayor suyo, padre del magistrado muerto en el Palacio de Justicia, José Eduardo Gnecco Correa), era entonces un muchacho muy pequeño, “vio cómo uno de los hijos del general olvidó una maleta de mano en el muelle. Los funcionarios de la Aduana le pidieron al chico que la llevara al barco. Gnecco corrió sobre los durmientes para llegar a tiempo. En medio de la carrera tomó un breve respiro, no sin que la curiosidad infantil lo moviera a saber qué había dentro del bagaje pues le llamaba la atención su mucho peso. Abrió el maletín y encontró que estaba lleno de libras esterlinas. En la escalerilla del barco lo esperaba el hijo del general Reyes, a quien le entregó la olvidada prenda”.

Con seguridad que ese niño, o un niño de los de ahora, o un joven musculoso, no habría podido cargar con el millón de dólares de los que ha hablado el exsenador Otto Bula.

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