La incertidumbre en el clima de inversión después de la primera vuelta de las presidenciales prometía resolverse con el triunfo de Duque. Parecía que Colombia estuviera ad portas de la encrucijada: libre empresa o comunismo, libertad u opresión al emprendimiento.
Algunos hablaban, incluso, del factor Petro: si ciertos contratos se cerraban antes de las elecciones, contendrían una cláusula que los revertiría si el castrochavismo criollo triunfaba. ¿Cómo planear flujos de fondos en un horizonte que estaría en contra de los inversionistas y el emprendimiento?
Lo que está ocurriendo, entonces, no es fácil de asimilar. Ganó el Centro Democrático, triunfaron los del No en el plebiscito, los críticos de Santos y del supuesto derroche, los enemigos del terrorismo. La confianza inversionista quedaba, pues, resguardada.
Instalado Duque, independiente de si los nombres del gabinete fueron todos consultados con las jerarquías del CD, la impresión inicial fue de aceptación en el mundo empresarial. Jóvenes, técnicos, sin contacto con el mundo de la política (con excepción de dos o tres ministros), los augurios parecían buenos.
Sin embargo, el clima de los negocios está inmerso en una neblina de incertidumbre y se extiende a otros ámbitos. Agosto y septiembre, en el caso del sector de la construcción, parecían promisorios. Sin embargo, en el caso de vivienda, la de estratos altos sigue paralizada... y la VIS también.
¿Qué mejor ministro que Malagón, qué mejor formación? Sin embargo, la categoría de “mejoramiento de vivienda” está lejos de ayudar a encender los motores del sector.
Me produce preocupación, en otro terreno, el inmenso desgaste de la excelente ministra de Educación, sin poder tomar decisiones por la barrera presupuestal.
Obvio, la ley de financiamiento ayuda al sopor de la inversión. Sin embargo, lo que quizás más contribuye es la ausencia del presidente, cuyo énfasis está en la economía naranja que, sin ser trivial, está lejos de ser la principal contribuyente al despegue de la inversión.
La incertidumbre en el clima de inversión después de la primera vuelta de las presidenciales prometía resolverse con el triunfo de Duque. Parecía que Colombia estuviera ad portas de la encrucijada: libre empresa o comunismo, libertad u opresión al emprendimiento.
Algunos hablaban, incluso, del factor Petro: si ciertos contratos se cerraban antes de las elecciones, contendrían una cláusula que los revertiría si el castrochavismo criollo triunfaba. ¿Cómo planear flujos de fondos en un horizonte que estaría en contra de los inversionistas y el emprendimiento?
Lo que está ocurriendo, entonces, no es fácil de asimilar. Ganó el Centro Democrático, triunfaron los del No en el plebiscito, los críticos de Santos y del supuesto derroche, los enemigos del terrorismo. La confianza inversionista quedaba, pues, resguardada.
Instalado Duque, independiente de si los nombres del gabinete fueron todos consultados con las jerarquías del CD, la impresión inicial fue de aceptación en el mundo empresarial. Jóvenes, técnicos, sin contacto con el mundo de la política (con excepción de dos o tres ministros), los augurios parecían buenos.
Sin embargo, el clima de los negocios está inmerso en una neblina de incertidumbre y se extiende a otros ámbitos. Agosto y septiembre, en el caso del sector de la construcción, parecían promisorios. Sin embargo, en el caso de vivienda, la de estratos altos sigue paralizada... y la VIS también.
¿Qué mejor ministro que Malagón, qué mejor formación? Sin embargo, la categoría de “mejoramiento de vivienda” está lejos de ayudar a encender los motores del sector.
Me produce preocupación, en otro terreno, el inmenso desgaste de la excelente ministra de Educación, sin poder tomar decisiones por la barrera presupuestal.
Obvio, la ley de financiamiento ayuda al sopor de la inversión. Sin embargo, lo que quizás más contribuye es la ausencia del presidente, cuyo énfasis está en la economía naranja que, sin ser trivial, está lejos de ser la principal contribuyente al despegue de la inversión.