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Notas de buhardilla

El trujillismo vive

Ramiro Bejarano Guzmán
29 de noviembre de 2020 - 03:00 a. m.

Nunca antes habíamos leído una entrevista tan extensa como la de Tomás Uribe en Semana. Ni siquiera un presidente en ejercicio tuvo tantas páginas para un reportaje y menos uno amable como el que respondió el heredero de Uribe y/o el Centro Democrático.

La sorpresa no fue el lanzamiento a la Presidencia del aprendiz de caudillo, sino su declinación a tan altísima responsabilidad, porque él confiesa que lo suyo es el “emprendimiento” desde su muy agitada adolescencia, cuando era inquilino de la Casa de Nari, en la que, entre otras cosas, admite haber estado mientras su progenitor fue detenido en El Ubérrimo, aunque no reveló a qué fue. Hace un tiempo el uribismo también promovió sin éxito a la filósofa “misiá” Lina, ahora van en Tomás y ya habrá espacio para Jerónimo.

Así el primogénito anuncie que no quiere ser candidato del partido familiar, en la política se ha visto a muchos hacer lo contrario de lo prometido, empezando por su padre, quien aseguró que no aspiraba a la reelección y no solo se hizo reelegir ultrajando la Constitución, sino que hubo que sacarlo a la fuerza con una sentencia de la Corte Constitucional. No sería raro que mañana la horda uribista, incluidos quienes secreta o públicamente estén aspirando a presidente, le ruegue al novel estadista que se sacrifique por la patria y gobierne otra vez a “sangre y fuego”, como lo hizo su papito y le gusta a la ultraderecha.

Lo que se viene tejiendo con el pretendido lanzamiento presidencial de Tomás es similar a lo que pasó en República Dominicana durante la nefasta dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, quien gobernó con mano criminal, directamente y por interpuesta persona, desde 1930 hasta 1961.

Trujillo —como Uribe Vélez— gobernó dos períodos sucesivos, y cuando se le enrareció el clima internacional para un tercer cuatrienio vino el primer presidente títere, Jacinto Bienvenido Peynado, quien murió estando en el cargo y lo reemplazó el vicepresidente, Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, todos trujillistas.

Lo mismo pretendió Álvaro Uribe cuando creyó que manejaría a Santos, pero como Juan Manuel no se sometió al infamante libreto estalló el odio visceral, que también destila su vástago Tomás. Ido Santos, Uribe encargó a Iván Duque, el primer presidente que sí ha “honrado” comportarse como un mequetrefe, por eso lo acata la jauría del Centro Democrático y hasta el heredero al trono lo aplaude y felicita por su gobierno.

Allí no paran las coincidencias con la vida política del sátrapa dominicano. Para 1952 Trujillo hizo elegir a su hermano Héctor Bienvenido Trujillo, alias el Negro, mientras él era embajador ante la OEA. Para 1957 puso a repetir a su hermano, pero la presión lo obligó a renunciar y asumió Joaquín Balaguer, un cortesano inteligente, que era mandatario —subpresidente— cuando Rafael Leónidas, el Chivo, cayó acribillado el 30 de mayo de 1961.

No fue fácil ni inmediato desmontar la pavorosa máquina de poder de la que abusaron el dictador Trujillo y su familia, quienes llegaron al colmo de la idolatría al cambiar el nombre de Santo Domingo por Ciudad Trujillo. Casi todos sus hermanos mandaban en el temible Ejército dominicano y hasta sus corruptos hijos Ramfis y Radhamés fueron temidos y ricos personajes de la época, al igual que su padre quien al morir había amasado una inmensa fortuna. Tan parecidos.

Que aquí y ahora los más radicales uribistas estén pensando en que venga otro pelele como Duque y que ojalá sea del mismo tipo sanguíneo del dueño de todo es indicativo de la peligrosa evolución de un partido como el Centro Democrático, cuya única idea que sostiene es canonizar al jefe supremo y a su prole. Allá dirán que si pudo Duque, por qué no Tomás, la más cercana semejanza de su padre, para que todo quede en casa, como le gustaba al tirano Trujillo.

Tomás por ahora dijo no, pero en el uribismo así empiezan las cosas imposibles que luego se vuelven factibles; más tarde, programas; después, candidaturas y finalmente, presidentes muñecos como Duque, la marioneta de los Uribe.

Adenda No 1. Es imposible sostener como director de la Policía al general Atehortúa. Si hubiera ministro de Defensa, otra sería la historia.

Adenda No 2. Mentirosas las explicaciones y coartadas de Néstor Humberto Martínez en el debate político del Senado sobre su peligrosa actuación en la operación de entrampamiento contra el proceso de paz.

notasdebuhardilla@hotmail.com

 

Marco(48443)20 de diciembre de 2020 - 09:02 a. m.
En el partido de gobierno piensan los aspirantes que si llegó Duque, cualquiera de ellos puede llegar. ¿Pero quien será el escogido por el astuto culebrero? ello es lo importante, pues ya los votos cautivos son parte de una posterior negociación en donde todo vale; cuantos ñeñe-votos, cuantos provienen del paramilitarismo, cuantos ingenuos seguimos manipulando; y la registraduría qué? Listo.
Arkanos(kwupp)08 de diciembre de 2020 - 06:48 a. m.
Y sin embargo, con todo lo malo que fue Trujillo, fue implacable con su hermano 'Pipí', a quien mandó ejecutar por travieso cuando tocaba ( según el libro 'Bestiario Tropical'de Alfredo Iriarte), en agudo contraste, por estos lares se busca la impunidad de Santiago a como dé lugar...
Camilo(gibaw)30 de noviembre de 2020 - 12:29 p. m.
Excelente escrito, muy buen manejado el tema del precandidato. No centrado hacia este, sino hacia el significado. ¡muy Bien!. Además el tono y vocabulario estuvo adecuado.
Esteban(67504)30 de noviembre de 2020 - 04:02 a. m.
Como decían nuestros abuelos, el tomás (en minúscula y a propósito) está muy pichón, no tiene sal en los miados y tiene un pésimo pedigrí.
Walter(32014)30 de noviembre de 2020 - 03:04 a. m.
Y "Semana" ya empezó su trabajo a lo Fox..
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