En cuanto el Gobierno ve en aprietos su desastrosa tercera reforma tributaria, sus ministros y el presidente eterno salen a tender puentes con otros dirigentes, como César Gaviria y Germán Vargas Lleras, quienes han expresado su rechazo a la criatura. Quedó claro que con ellos atravesados como mulas muertas el malhadado proyecto debe correr la misma suerte.
Lo que se sabía es que Uribe tiene excluidos de las caballerizas de El Ubérrimo tanto a Gaviria como a Vargas Lleras. Ellos son vistos con desconfianza en el Centro Democrático y no sin razón porque no se ha olvidado que ambos estuvieron en el gobierno de la Seguridad Democrática, de donde salieron no propiamente en hombros.
Gaviria acuñó el prodigioso invento de criticar la mermelada oficial que parece estaría dispuesto a repartir el Gobierno para sacar adelante esta nueva reforma, al mismo tiempo que sus críticos suelen recordarle que a buena cuenta de sus movimientos están apuntados en la burocracia estatal varios de sus aliados y uno que otro familiar cercano. Por el lado de Vargas Lleras, sus columnas contra el Gobierno han rescatado la página dominical del periódico del tufillo gobiernista que allá se respira con todo lo que Duque y sus muchachos digan o hagan. Sin embargo, al exvicepresidente le cobran como de su casa uno que otro nombramiento. En todo caso, de ser así, no lo deben tener suficientemente impresionado porque sus artículos son auténticas y feroces faenas de oposición.
Lo que reseñan los medios, casi todos voceros del régimen, es que el Gobierno anda angustiado al igual que el presidente eterno, porque por primera vez saben que no pueden menospreciar a quienes tienen posibilidad de veto en el Congreso, menos ahora que la poderosa casa Char parece alinearse de nuevo con Vargas Lleras. Por eso Uribe, a pesar de que “voluntariamente” renunció a su condición de congresista para saltar en garrocha de la Corte Suprema al patio del búnker de la Fiscalía, ahora es la avanzada para intentar ablandar a los contradictores del infame proyecto. El tempestuoso expresidente buscando consensos y ofreciendo la mano con la que ha encuellado a todos sus opositores, ¡quién lo creyera!, era algo para lo que no estábamos preparados, ni siquiera él mismo.
Esta estrategia de tratar de aproximar a tan altos heliotropos de la política puede terminar en uno de los siguientes escenarios:
• El primero, “convencen” a Gaviria y a Vargas Lleras, y estos, presionados por los parlamentarios de sus grupos, terminan rindiéndose y apoyando la reforma. Sería un triunfo del Gobierno y el entierro para siempre de estos ocasionales opositores. También sería lamentable porque, en honor a la verdad, en el ambiente empieza a sentirse con fuerza que Vargas Lleras pueda ser el hombre capaz de suceder este régimen mafioso, corrupto y perseguidor.
• El segundo, después de grandes conversaciones el Gobierno termina consiguiendo el apoyo de Gaviria y Vargas Lleras a un proyecto menos ambicioso, pero al fin y al cabo reforma tributaria. Mal negocio para ellos y resultado aceptable para el subpresidente y su insoportable ministro de Hacienda. En especial, una tragedia para el pueblo enfrentado a la aventura de nuevas reglas rentísticas que nunca serían concebidas para favorecerlo.
• El tercero, que Gaviria y Vargas Lleras no se muevan de donde hoy están y que el Gobierno tenga que enterrar sin bombos ni platillos esta reforma más empobrecedora de la clase trabajadora. Sería un triunfo en términos de opinión, salpicado seguramente porque uno que otro empresario, de los que interpretan la instrucción de aplaudir a rabiar siempre al régimen, calificaría como un acto irresponsable, populista, politiquero y suicida el gesto histórico de haber dejado al Gobierno con los crespos hechos.
• El cuarto, que uno de los dos mosqueteros se baje de ese bus dejando al otro solo y decida fracturar esta asociación antes impensable, para auxiliar al Gobierno y “salvar” el proyecto. No es una hipótesis descabellada. La política está tejida de traiciones. ¿Cuál sería el traidor? El costo sería evidente: todos quedarían mal ante el país.
Ojalá no tengamos que ser testigos de una volteada a última hora que nos haga de nuevo maldecir a nuestra decadente clase política. Amanecerá y veremos.
Adenda. Increíble la arbitraria y multimillonaria condena al periódico El Nacional de Caracas a pagar US$13 millones al chafarote Diosdado Cabello.