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Cortázar, 40 años

Santiago Gamboa
17 de febrero de 2024 - 02:05 a. m.

Hace 40 años murió Julio Cortázar. Recuerdo muy bien ese día, el 12 de febrero de 1984, en la Facultad de Literatura de la Universidad Javeriana. Día de luto. Yo me vestí de negro y juré que nunca volvería a hablar, un voto de silencio que, verdad sea dicha, duró poco. Pero es que Cortázar, cuyas novelas a duras penas puedo releer hoy, fue decisivo en nuestras vidas. En la mía, sin duda. El deseo de ir a vivir a París, la ilusión de encontrar fuera de Bogotá mi destino de escritor, si es que había algo que encontrar, no provenía del arribismo que se vivía en esos años con Europa, sino del legítimo deseo de confundirme entre las páginas de esa especie de biblia que era para mí Rayuela. Pocos escritores influenciaron tanto a sus lectores y pocos fueron tan amados. ¿Cuál fue su lugar dentro de su generación? Carlos Fuentes fue el latinoamericano rico y sofisticado, viajero de muchos mundos, cosmopolita. Vargas Llosa fue el ambicioso que, aparte de sus extraordinarias novelas y ensayos, inculcó en el escritor algo que hoy me parece antipático y es el anhelo por ser alguien importante, en la obsesiva búsqueda de reconocimientos y con oficina de relaciones públicas. García Márquez fue el dios de esa generación y el genio del lenguaje, considerado un clásico del siglo XX. Cortázar, en cambio, fue el hippie. El que desdeñó la imagen del escritor importante siéndolo, y del sofisticado y elegante siéndolo también. Cortázar nos enseñó su propio modo de ser cosmopolita a través de la música y el arte, no de los restaurantes caros y a la moda. Y eso que, después de García Márquez, Cortázar era el latinoamericano que más libros vendía, pero eso lo tenía sin cuidado. Ni Fuentes ni Vargas Llosa, tan talentosos, tuvieron una novela emblemática o un explosivo éxito editorial. Rayuela —como Cien años de soledad— marcó a una generación en América Latina y España. Rayuela, sin embargo, no tuvo tanto éxito en otros idiomas, sin duda porque su propuesta era más teórica que narrativa y esas aventuras estéticas, en Europa, eran menos atractivas cuando se trataba de latinoamericanos, de los cuales se esperaban mundos nuevos, esplendor y color, no ideas. Las ideas las ponían ellos, los europeos. Vargas Llosa también era narrativo, pero su mundo andino, los vericuetos selváticos o urbanos del Perú, eran menos atractivos que el Caribe de García Márquez, donde se concentraba el interés político (Revolución cubana) y donde la inteligencia que proviene de la intuición, la sabiduría de la vida, el sentido común y la magia creaban una fórmula imbatible para seducir al lector de Europa. En Francia, Cortázar tuvo un poco más de lectores por el hecho de ser él una especie de francés en otro idioma. Mitterrand le concedió la nacionalidad francesa, además de otorgarles la Legión de Honor a García Márquez y Kundera. Pero en las librerías de Italia, hoy, es casi imposible encontrar algún título suyo, lo mismo que de Carlos Fuentes. Vargas Llosa tiene más presencia y sin duda un enorme prestigio, pero pocos lectores no especializados. De cualquier modo, Cortázar fue con García Márquez el centro de la literatura latinoamericana durante al menos dos décadas y por eso todos los de mi generación aún lo recuerdan y veneran.

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MRLL(hwcm7)23 de febrero de 2024 - 12:28 a. m.
Rayuela se lee y se siente diferente, leyéndola acá o en Paris. Y esa es la magia de esa novela, poco comprendida en los lectores que buscan la moda. Y se le olvidó, apreciado Santiago, la enorme riqueza de sus cuentos, desbordantes de locura, fantasía, asombro, y, por qué no, burla a las buenas conciencias.
Carlos(03153)18 de febrero de 2024 - 02:27 a. m.
El cronopio magistral siempre tendrá su lugar en el universo de la literatura
Alfredo(08585)18 de febrero de 2024 - 12:34 a. m.
La obra de Cortázar, mar de laberintos y espejos, refleja el cosmos de la mente humana. Sus palabras, como astros danzantes, nos invitan a explorar los límites de la realidad y la imaginación. En cada página, descubrimos la grandeza de lo inesperado, la magia de lo cotidiano. Sus letras son puentes entre mundos, susurros del alma, invitaciones a navegar los océanos del pensamiento.
luis(18551)17 de febrero de 2024 - 11:37 p. m.
Soy de los que cayó bajo el influjo cortazariano. Y aunque tengo todos sus libros, solo vuelvo a sus cuentos (aunque no todos) y vivo pendiente de releer Rayuela. Pero lo amo, como usted. Cortázar es un símbolo para quienes amamos la literatura. Un símbolo de carne y hueso. Gracias por sus columnas, sencillas, anecdóticas y creíbles.
Fabio(23081)17 de febrero de 2024 - 01:13 p. m.
Rayuela inolvidable. Cómo no recordar ese capítulo 7 (Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano...) Un clásico. Una cartografía ilustrada de Paris y Buenos Aires. Sus cuentos maravillosos. Si comparamos con García Márquez, Cortázar es un universo paralelo, la magia y el ensueño se dan de distinta manera.
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