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Mi biblioteca

Santiago Gamboa
24 de diciembre de 2022 - 05:00 a. m.

Me siento derrotado por mi biblioteca. La miro, toco los lomos de mis libros adorados y me doy cuenta de que muchos ya no podré leerlos. Varios están conmigo hace más de tres décadas. ¿Por qué los conservo? Son parte de mi paisaje íntimo y me tranquiliza verlos ahí. La acumulación tiene diferentes motivos. Uno es el hábito de tener toda la obra de un autor que me gusta y en varios idiomas. Un caso típico es Lawrence Durrell, El cuarteto de Alejandría. Lo tengo en inglés en dos ediciones diferentes y en español en otras dos. O Rimbaud, cuyas ediciones se acumulan. Una de ellas, una bonita traducción de Jomi García Ascot. De Graham Greene tengo 53 libros en español e inglés con dos primeras ediciones: The Human Factor y El doctor Fischer de Ginebra. Edición de autor importante que veo y no tengo, la compro. ¿Pretendo llegar a una especie de biblioteca perfecta? Hay motivos profundos: una biblioteca es muchas cosas, pero sobre todo es un retrato íntimo de su propietario. Para mí lo más hermoso y grande de la vida es la literatura y, dentro de la literatura, la novela. Mi adolescencia transcurrió leyendo novela latinoamericana. Quise ser Tres tristes tigres, Rayuela, La tía Julia y el escribidor, Sobre héroes y tumbas, La región más transparente, Cien años de soledad, Casa de campo, Boquitas pintadas, Lazos de familia, Juntacadáveres, Un mundo para Julius, Pedro Páramo, El recurso del método, Gabriela, clavo y canela, Silvio en El Rosedal, La nieve del almirante, Agosto, Paradiso… No sólo quería leerlas y emularlas, quería ser esas novelas. Mi sueño de escribir proviene de ahí. Formar parte, aunque fuera de un modo modesto, de ese conjunto llamado “literatura latinoamericana”.

Mi biblioteca muestra ese amor: de cada uno de estos autores tengo la obra completa y varias primeras ediciones o ediciones raras. Aún añoro la primera edición de La ciudad y los perros. La tuve en mis manos en la biblioteca de mi cuasihermano el poeta español Miguel Ángel Velasco. En las primeras páginas estaba el mapa de Lima y el edicto de los jurados del Premio Biblioteca Breve. Lo cierto es que siempre estoy buscando libros, siempre me falta alguno. Ahora estoy leyendo obsesivamente a Michel Tournier (Gilles y Juana, El rey de los alisos). Busco sus ediciones y compro y compro. Porque mi biblioteca es de autores, de obras completas. También hay una sección de diarios personales (estos días leo los de Rafael Chirbes). Hay un muro de literatura colombiana, otro de poesía y otro de viajes. Hay secciones con libros en los idiomas en los que puedo leer y una selección por editoriales. Una zona dedicada exclusivamente a la India y otra a colecciones de obras completas: Aguilar o las ediciones en francés de La Pléiade (Balzac, Rimbaud, Duras, Malraux, etc.). Una vez pasé casi una semana ordenándolos por orden alfabético. Cuando se lo mostré a un amigo y le expliqué en detalle que el problema era que necesitaba dejar huecos para los futuros libros, me miró compasivo y dijo: “Tú lo que necesitas es un psicólogo”. Hasta ahí llegó mi empeño alfabético, porque lo bueno de una biblioteca es ir eligiendo lo importante y por eso en ella está dibujada nuestra vida. Y hoy desde la mía, es decir, desde mi propia vida, deseo a mis lectores unas felices fiestas.

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