Luis Carlos Galán

Santiago Montenegro
19 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.

Luis Carlos Galán fue un líder muy especial, porque concibió su carrera política y su aspiración de llegar a la presidencia no como fines en sí mismos, sino como medios para resolver los problemas del país. Solo así se entiende la gran coherencia entre sus propuestas de reforma con la claridad de su diagnóstico de nuestros problemas.

Colombia, argumentó, “tiene más territorio que nación, y más nación que Estado”. Así, era imperativo fortalecer el Estado para que tuviese presencia en todo el territorio nacional y para que pudiese ejercer las funciones de su razón de ser. Esta urgencia era anterior y se sobreponía al narcotráfico, cuya aparición agravaba dramáticamente nuestra gran falencia histórica. En ese sentido, Galán encontraba que una gran debilidad del Estado en Colombia era la permisividad a las vías de hecho en el ejercicio de la política, que se había dado desde el siglo XIX. Por esta razón, rechazó la “combinación de todas las formas de lucha”, que descarada y abiertamente proclamaban las Farc y el Partido Comunista, así como la justificación de la violencia y la lucha de clases como motor del devenir histórico. En forma semejante, planteó que el clientelismo era una enfermedad crónica en el ejercicio de la política, flagelo que había que eliminar reformando el funcionamiento de los partidos, con el establecimiento de un poder electoral autónomo y mediante la creación de un verdadero servicio civil. Como un intelectual, Galán era capaz de discutir a un elevado grado de abstracción, pero también tenía la capacidad para plantear soluciones concretas y puntuales de la organización electoral, como la necesidad de reemplazar la multiplicidad de papeletas emitidas por cada campaña por un único instrumento a cargo del poder electoral. Así, el tarjetón, que hoy en día parece una obviedad, fue una revolución en la forma de hacer política desde los años 80, que debemos a Luis Carlos Galán.

Pero su gran obsesión fue la educación, que concebía como vehículo para la igualdad de oportunidades de todos los colombianos, pero también como un instrumento para capacitar a los trabajadores frente a los retos que enfrentaba un país que debía integrarse mucho más al mundo y, sobre todo, a Latinoamérica. En un país aislado y provinciano, Galán fue uno de los primeros en llamar la atención sobre el surgimiento de China en el mundo y sobre las consecuencias que tendrían la perestroika y la glásnost de Gorbachov, fenómenos que siguió con atención en la Universidad de Oxford, entre enero y junio de 1987.

Pero nada de lo que planteó sería posible si no resistíamos y derrotábamos al narcotráfico. Fue el primero y uno de los pocos que tuvo el coraje de enfrentarlo y pagó por ello con su vida. Hoy en día reconocería el esfuerzo que se hizo en derrotar a los grandes carteles de Medellín, Cali y las Farc, así como la erradicación de los cultivos en la primera década del nuevo siglo, pero lamentaría el ingreso del narcotráfico a la política en los años 90, al igual que el renacer de los cultivos de coca y del narcotráfico, y la emergencia de nuevos grupos armados ilegales en años recientes. Por todas estas razones, continuaría argumentando que en Colombia sigue habiendo “más territorio que nación, y más nación que Estado”, motivo por el cual sus propuestas de reforma siguen tan vigentes como hace 30 años.

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