Publicidad

Los tres de Oriente

Sorayda Peguero Isaac
10 de julio de 2021 - 05:30 a. m.

Parecía un duelo en el que se jugaban la propia vida. Empezaban la conversación tranquilitos, sentados uno al lado del otro, hablando sosegadamente. Pero no permanecían así por mucho tiempo. Un avispero endemoniado les subía por los pies cuando volvían sobre ese escabroso asunto: el Trío Matamoros o el dúo Los Compadres, ¿cuál era el mejor? Mi abuelo disparaba ráfagas de ira cada vez que mi tío Catón contratacaba: “¡Pero e que tú no entiende que lo compadre son mandao por Dio!”. Le daba una calada a su tabaco, expulsaba el humo y le decía a su sobrino: “¡Va, de ahí! Que a ti el fanatismo te pone a hablá diparate”.

Mi abuelo tenía una foto de los tres cantantes del Oriente cubano. Los conoció cuando trabajaba en un hotel que los hospedó durante una de sus visitas a Santo Domingo. En el reverso de la foto que le regaló, el director del Trío escribió una dedicatoria: “Para Rumaldo Peguero, con todo mi cariño. De su amigo, Miguel Matamoros”. Su entusiasmo me hizo más devota del Trío Matamoros que de los Reyes Magos. La primera vez que Siro Rodríguez, Miguel Matamoros y Rafael Cueto aterrizaron en Santo Domingo fue el 3 de mayo de 1930. En la capital dominicana pasaron varios meses y el peor susto de sus vidas.

Un artículo del sociólogo Dagoberto Tejeda dice que, muchos años después, Miguel Matamoros recordaba el episodio aún con miedo en el cuerpo: “En esos días tomó posesión de la Presidencia Rafael Leonidas Trujillo. Allí nos cogió eso, y el ciclón San Zenón, dos días antes de la fecha que teníamos señalada para regresar a Cuba. Ese día del ciclón amaneció lloviendo muchísimo y había mucho viento y nadie se atrevía a salir a la calle; nosotros vivíamos en la casa de una amiga llamada Luz Saldaña. Entonces yo le digo a Siro y a Cueto: «Oigan, voy a salir», y por mucho que traté no pude hacerlo (…) El ciclón hizo mucho daño, y a mí me hizo mucho daño porque vi mucha gente muerta”.

Corrió el rumor de que los Matamoros habían muerto. Estuvieron horas metidos en un fogón de mampostería, apretujados como sardinas en lata y sujetando una plancha de zinc que los protegía del exterior. Afuera, la saña del viento arrancaba las tejas de la casa. La remilgada luz de aquel fatídico 3 de septiembre se posó como una pena en la ciudad y, alrededor, quedó un impactante escenario de devastación. La migración masiva de las familias que abandonaban el campo para mejorar sus condiciones de vida en Santo Domingo contribuyó con el crecimiento acelerado de su población. La mayoría de las casas de los barrios nuevos de esa época eran de madera y techo de zinc. Demasiado frágiles para el ímpetu de un huracán. Los fallecidos, que se contaban por miles, eran quemados en un parque que mira al mar y enterrados en fosas comunes. Miguel Matamoros dejó un testimonio de lo que vio en los versos del son El trío y el ciclón: “Horas después quiso la aciaga suerte / sólo dejar desolación, gemido, / el imperio macabro de la muerte / sobre el pueblo entero destruido”.

Dicen que ese mismo año de 1930, Miguel Matamoros conoció en Santo Domingo a la maestra Aurora Golivar. Y que surgió entre los dos un romance que, posiblemente, inspiró una de las canciones más hermosas de todos los tiempos: Lágrimas negras. Algunos dicen que la letra fue escrita por la maestra en un papel que le entregó a su enamorado la noche de su despedida. Otros dicen que él la escribió por y para ella. Cualquiera de estas dos variantes sería mi versión favorita del cuento, pero eso no es todo lo que dicen. También dicen que, estando en la casa de la señora Luz Saldaña, Miguel Matamoros escuchaba el lamento de una vecina que lloraba en las madrugadas por la pérdida de un amor, y que de ahí viene la historia del bolero. Esta versión se corresponde con los recuerdos del compositor cubano que recoge Dagoberto Tejeda en su artículo: “Lágrimas negras. Sí, es un bolero-son, pero no lo compuse por un asunto mío, no señor, sino por una vecina que siempre llegaba a la casa lamentándose de que el marido, sin razón, la había dejado abandonada. Por eso la poesía dice: «Aunque tú me has dejado en el abandono / Aunque tú has muerto todas mis ilusiones»”.

Si escuchaban la música de sus ídolos, las caras de mi abuelo y de mi tío Catón recuperaban una alegría que tenía vocación de perpetuidad. Se olvidaban del reumatismo, del exiguo cheque de la pensión, de las cataratas y de las primeras señas de la desmemoria. Los achaques de la vejez eran islas circundantes que quedaban apartadas de su universo sonoro. Esa bendita música les devolvía algo que el paso de los años no pudo arrebatarles. ¿El Trío Matamoros o el dúo Los Compadres? Yo sigo sin poder elegir.

sorayda.peguero@gmail.com

Temas recomendados:

 

Magdalena(45338)11 de julio de 2021 - 10:07 a. m.
Que hermoso recuerdo
JACN(65090)11 de julio de 2021 - 02:35 a. m.
Sorayda, que oasis. Muchas gracias
Pablo(88449)10 de julio de 2021 - 11:00 p. m.
Excelente remembranzas. Congratulaciones. Trio Matamoros para mi.
Alberto(3788)10 de julio de 2021 - 10:57 p. m.
¡Qué maravilla, Magistral! Por calidad y cantidad, para mí, siempre Don Miguel y sus compañeros, Siro y Cueto. Los Compadres, excelentes, sin duda. Por metro cuadrado, Cuba sigue produciendo más compositores y músicos que cualquier otro país, se levanta una piedra y brota alguien de calidad. Gracias, Sorayda Peguero Isaac.
hernando(26249)10 de julio de 2021 - 09:08 p. m.
No hay q elegir. Gozar ambos y sumar Guaracheros d Oriente
  • Octavio(20279)11 de julio de 2021 - 12:04 a. m.
    Totalmente de acuerdo.
Ver más comentarios
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar