La cosecha de Marco Fidel

Tatiana Acevedo Guerrero
18 de febrero de 2017 - 02:29 a. m.

Frisaba 1921 y se acumulaban las críticas en la prensa acerca de la labor del entonces presidente conservador Marco Fidel Suárez. Se le reprochaban al mandatario irregularidades en la contratación pública y préstamos personales solicitados a inversionistas norteamericanos. Suárez, sin recatos, abrió su tercer año en la Presidencia con una alocución en la que pidió a los periodistas, como “un favor especial”, no hablar mal del gobierno pues, según explicó, era antipatriótico deslegitimar a los funcionarios y hacer quedar mal a Colombia en el ámbito internacional. Poco después, la presión del Congreso y de El Espectador hizo que renunciaran todos sus ministros. Con el conservadurismo dividido, un jovencísimo Laureano Gómez hizo acusaciones formales en contra de Suárez y su ministro de Gobierno. Gómez, que representaba al distrito electoral de Facatativá, denunció al ministro por anomalías en licitaciones hechas con el Ejército y al presidente por acumular deudas con bancos, recibir coimas de la United Fruit Company y solicitar un préstamo a un inversionista a cambio de ciertos contratos. El Congreso nombró una comisión investigativa, pero Suárez renunció antes de que se le llevara a cabo el juicio.

Podría pensarse que el escándalo de corrupción protagonizado por el presidente en el 21 está lejos y desligado de los acontecimientos violentos que arreciaron en Colombia en las décadas que siguieron. Suárez, después de todo, es recordado por su obra mística, literaria, e incluso fue convocado a hacer parte del gobierno años después de su renuncia. Sin embargo, hay vasos comunicantes entre los sobornos, influencias y favores de los 20 y los conflictos armados que asomaron en los 30 y 40. Más allá de los corruptos puntuales, estas prácticas desataron procesos regionales.

Uno de estos tiene que ver con el fervor partidista, pues mientras la oposición alertaba sobre la corrupción, el oficialismo tildaba las acusaciones de calumnias y complots. Suárez, siendo presidente, no dudó en usar el órgano de publicación de leyes (Diario Oficial) para publicar nacionalmente las decenas de marconis de apoyo que recibía desde los departamentos. Más que solidaridad estos anunciaban agresividad. “Mi humilde espada estará siempre a sus órdenes, caso necesario”, escribe el coronel Marco A. Reyes, desde Tunja. El ciudadano Emilio Franco anuncia en telegrama desde Santa Rosa de Cabal: “nuestra familia entre hermanos, primos, sumamos 50 soldados; pocos, pero altivos ofrecémosle sangre defensa gobierno”.

Otro vaso comunicante es el que enlaza la corrupción con el paisaje de regiones como la zona bananera y la refinería de Barrancabermeja. La Tropical Oil Company comenzó a perforar durante el gobierno de Suárez. Entre préstamos y amistad con los inversionistas, el presidente los mantuvo preparados para tumbar cualquier avance en leyes petroleras. También simpatizó con la United Fruit y atajó cualquier iniciativa de aumentar impuestos o modificar contratos de producción. Así, se fueron consolidando en grandes cultivos y minas unas relaciones tensas, cargadas de indignación de los trabajadores y opositores. Y de un sentido de posibilidad entre empresarios y avispados (tierra, agua y mano de obra pueden intercambiarse a través de favores y la seguridad privada es bienvenida).

Esta semana se cierra con las acusaciones sobre irregularidades en la adjudicación de créditos agrarios y licitaciones públicas. También se registraron las capturas del gobernador de la Guajira por ofrecimiento de sobornos y tráfico de influencias, y de la alcaldesa de Ocaña, región del Catatumbo, por celebración indebida de contratos. La corrupción de hoy también trae malos augurios sobre mañana.

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