Más no es para todos

Tatiana Acevedo Guerrero
24 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

Relaciones e historias se reflejan en el acceso al suministro de agua, el saneamiento y el drenaje. Profundas disparidades en términos de poder y acceso a los recursos se traducen en niveles diferenciados de acceso a estas infraestructuras. En Manizales, Riohacha, Santa Marta y Quibdó, algunos residentes realizan esfuerzos diarios para hacer que fluya el agua, no solo para tener (o almacenar) agua limpia, sino también evacuar otras aguas (aguas residuales y pluviales que inundan las calles). Al mismo tiempo, poblaciones rurales en Magdalena, Boyacá y Bolívar resisten temporadas de verano y tienen poco acceso a servicios de saneamiento.

Las formas en que estos flujos de agua, desechos y lluvia se distribuyen de manera desigual son el resultado de procesos complejos que van más allá del Estado e incluyen prácticas de coordinación y toma de decisiones entre instituciones burocráticas, industrias (incluyendo la agraria, la minera y la hotelera) y muchas otras voces. Estos procesos involucran tanto leyes y regulaciones como una serie de intercambios y negociaciones informales. Las distribuciones resultantes son siempre disputadas, reelaboradas y saboteadas. La gobernabilidad del agua involucra entonces distribuciones de agua y de poder. Y también implica diversos conocimientos.

Hay algunos conocimientos que se ponen de moda: algunas formas de saber que se escuchan e influyen en la toma de decisiones en todo lo relacionado con el agua. Desde la década de 1980, ideas destacadas en la economía tuvieron una gran influencia en la gestión del agua. En Colombia, como en tantas partes, estas ideas predicaron la reducción de subsidios estatales y la participación de empresas privadas que prestarían el servicio con mayor eficiencia y profesionalismo. Multinacionales como Canal de Isabel II y Veolia llegaron al Caribe como operadoras del servicio de acueducto. En los últimos años, sin embargo, estas concesiones han sido repensadas, y mientras la primera atraviesa un escándalo transnacional de corrupción, la segunda entregará la concesión en Santa Marta y dejará el acueducto a cargo de la Empresa Distrital de Servicios Públicos.

La salida de Veolia de Santa Marta, que se llevará a cabo en menos de un mes, llega en un momento de escasez de agua complicado. Los ríos que suministran las plantas Mamatoco y El Roble tienen niveles muy bajos y los pozos profundos no dan abasto. Pese a que en la actualidad la situación es crítica, hay que decir que el municipio distribuye sus aguas de manera desigual, haya lluvia o sequía (con aguas potables en algunos barrios e intermitencias y problemas con aguas servidas en otros). Esto es quizá de esperarse en una de las siete ciudades más desiguales del país, en que conviven grandes desarrollos inmobiliarios y hoteleros con una de las mayores incidencias de pobreza extrema en Colombia (la quinta más alta después de Quibdó, Riohacha, Popayán y Valledupar).

Como la Empresa de Servicios Públicos se prepara para prestar el servicio, el alcalde Rafael Martínez hizo un viaje a Israel con el fin de “conocer más detalles sobre el funcionamiento de las plantas desalinizadoras, una nueva alternativa para resolver el problema histórico de abastecimiento del preciado líquido”. Martínez dijo que su recorrido por Israel inspiraría a la ciudad a resolver el “problema del agua”. Pero, como lo ha demostrado el cercano caso de San Andrés, en condiciones de repartición muy desigual, una mayor cantidad de agua no asegura una distribución más equitativa. En esta isla los pueblos raizales vieron por décadas cómo el agua de los pozos ubicados en sus tierras era transportada varios kilómetros hacia la zona hotelera e industrial y hoy, cuando estrenan una costosa planta desalinizadora, estas comunidades siguen en general dependiendo de las cosechas de agua lluvia. Abundancia y escasez pueden convivir perfectamente, como en el caso mismo de Israel, en donde cientos de plantas desalinizadoras no hacen nada por aliviar la aridez absoluta en la vecina franja de Gaza.

Entretanto, y en este Día Mundial del Agua, Fernando Moncaleano, gerente de la multinacional Veolia en Santa Marta, dijo sobre la poca disponibilidad de agua potable: “Tenemos que orar, encomendarnos a Dios y ponerle fe para que llueva pronto”.

 

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