Entrampamiento es una expresión que en los últimos días fue muy utilizada por los medios de comunicación como adaptación libre de una palabra inglesa. Desde el punto de vista jurídico no es correcto emplearla de manera genérica, porque comprende dos figuras distintas: el uso de agentes encubiertos que, tratándose de delitos relacionados con el tráfico de drogas, suelen realizar entregas controladas de sustancias ilícitas a quienes por su propia iniciativa emprenden la comisión de un delito, y el llamado agente provocador, cuya característica distintiva es que hace nacer en alguien la voluntad de delinquir. Mientras la primera está permitida en Colombia, la segunda está expresamente prohibida por la ley.
El Espectador reveló la semana pasada que la DEA solicitó a la Fiscalía la interceptación de varias líneas telefónicas dentro de una investigación por tráfico de drogas, y que entre ellas estaba una a través de la que se comunicaba Marlon Marín, sobrino de Iván Márquez. Lo primero que llama la atención es que algunos de esos audios contienen imitaciones de las voces de Piedad Córdoba y del propio Iván Márquez, así como unas inverosímiles referencias a la participación del general Naranjo en actividades ilícitas, lo cual sería ya suficiente para dudar de la espontaneidad y veracidad de esas conversaciones.
Mucho más sospechoso resulta, sin embargo, enterarse de que los agentes de la DEA que se hacían pasar por narcotraficantes le habrían dado a Marlon Marín $22’500.000 para la compra de una cocaína con la que se cerraría la trampa que se estaba tendiendo con el aparente propósito de atrapar traficantes de drogas. Lo curioso es que las interceptaciones muestran que la cocaína fue suministrada por la Fiscalía, aunque Marlon Marín aseguró que la había recibido de Santrich, tesis esta que en su momento defendió Néstor Humberto Martínez Neira cuando todavía recordaba que la entidad bajo su mando era la que había facilitado la droga para la entrega controlada. Si desde el comienzo estaba acordado que el estupefaciente lo aportaría la Fiscalía, ¿para qué le proporcionó la DEA un dinero a Marlon Marín con la finalidad de que la adquiriera? ¿Se trataba de que alguien “picara”, para usar la coloquial expresión que en estos días empleó Néstor Humberto al explicar la forma como esa puesta en escena condujo a una acusación por narcotráfico en Estados Unidos?
Si la operación encubierta era un anzuelo con el que se esperaba tentar a alguien para que “picara”, Martínez Neira debería saber que se estaba utilizando la figura del agente provocador, expresamente prohibida en la ley penal colombiana. Eso podría explicar su férrea negativa de entonces a suministrar a la JEP unos audios que pondrían en evidencia la ilegalidad del procedimiento, y de los cuales ahora sabemos que solo entregó 12 de 24.000 que estaban en su poder.
La Real Academia de la Lengua Española incluye dentro de las varias acepciones de entrampamiento la de enredar o confundir algo para que no se pueda resolver; precisamente lo que en su momento hizo Néstor Humberto antes de recurrir a sus dotes de escapista para desaparecer en medio de los efluvios de su renuncia.