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¿Comedia de errores?

Francisco Gutiérrez Sanín
29 de agosto de 2008 - 02:32 a. m.

¿ALGUIEN HABRÁ HECHO LA YA larguísima lista de absurdos protagonizados por la “Casa de Nari”, por causa de pequeñas astucias de corte autoritario, un estilo rabiosamente pendenciero, y un cúmulo de amistades equívocas?

Como fuere, ejemplos recientes de comportamiento errático hay innumerables. Para la muestra varios botones. Primero. Días después de clamar contra el “roscograma”, resultó que el nuevo ministro del Interior y de Justicia (Fabio Valencia) tenía, entre su numerosa parentela bien colocada, a un hermano metido a la vez en la Fiscalía y en una organización criminal. Según el Fiscal General de la Nación, Valencia lo llamó para interceder por ese miembro atribulado de su familia.

Segundo. El Presidente sugirió hace unas semanas que en la Corte Suprema de Justicia anidaban fuerzas que podían producir el “último coletazo del terrorismo”, pero después recibió a un combo de ‘paras’ y narcos  para sondearlos a ver si podían servir como garrote contra la Corte.

Tercero. Aplicó el retrovisor para castigar al Partido Liberal —y de paso a la Constitución de 1991— por la prohibición de la extradición de nacionales, sin recordar cuál era su posición en ese momento. Si mis cuentas no fallan, a la sazón él también era miembro del oficialismo liberal, una tendencia que en efecto no se caracterizaba precisamente por su radicalidad en la lucha contra los narcos. Si nos vamos un par de añitos más atrás, hasta 1989, y recordamos la traumática votación por medio de la cual un combo de oficialistas liberales le colgó un mico (que favorecía a los narcos) a la convocatoria de la Asamblea Constituyente que estaba impulsando Barco en el Parlamento, ¿adivinan qué posición tenía nuestro actual presidente? ¿Estaría a favor o en contra del mico?  ¿Votaría a favor o en contra de él?

Cuarto. En reciente conferencia de prensa, Uribe se lamentó de que el país permitiera que pasaran en silencio cosas gravísimas, como por ejemplo que un magistrado auxiliar se tomara unos aguardientes con un testigo. Decía esto después de que han aparecido una y otra vez evidencias muy elocuentes de su familiaridad con las Mechudas, los Yidis y los felinos que pueblan nuestra política. Y así sucesivamente.

En este contexto, la “bandera blanca” que solicita sacar el Vicepresidente no sólo parece un acto razonable —en el sentido de servir a la estabilidad de nuestras instituciones republicanas— sino también racional —en el sentido de servir a la coalición de gobierno, que pese a su fortaleza incurre en un evidente desgaste en esta permanente y feroz huida hacia adelante—. Pero me temo que no le van a hacer caso. La razón es sencilla.

La coalición de gobierno ha incorporado en sus filas a sectores de las regiones que han estado orgánicamente aliados a los ‘paras’. No me estoy refiriendo a un complot recóndito, urdido en las sombras, sino a la dinámica pública, fácilmente comprobable, de la coalición. Es algo claro, explícito, a lo que se puede hacer un sencillo seguimiento. El más reciente, pero sin duda no último, episodio de esto es el intento de debilitar a la justicia y de desmontar el proceso de la parapolítica. No dejaremos, ni podemos dejar, por tanto, de tener escándalos en mucho tiempo.

Por otra parte, esa misma coalición quiere mantenerse en el poder por muchas razones (ideológicas, sin duda; también instrumentales). La única persona que maximiza las probabilidades de continuidad es Álvaro Uribe. Pero tener a Uribe de candidato implica lanzarse por un camino de cambio institucional en gran escala: cambiar de nuevo el articulito, crear las condiciones que permitan acallar los escándalos para hacer viable el gobierno de la coalición en su forma actual. En estas condiciones, generar inestabilidad desde arriba sin dar tregua seguramente sea riesgoso, pero inevitable.

 

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