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¿Comenzó o terminó el Bicentenario?

Daniel Mera Villamizar
25 de agosto de 2010 - 02:54 a. m.

APARENTEMENTE, EL GOBIERNO del presidente Santos piensa que terminó, mientras universidades, departamentos, ciudades, academias de historia y organizaciones civiles piensan que comenzó.

Un decreto suprimió la Consejería Presidencial para el Bicentenario de la Independencia, la Fundación Bicentenario está en liquidación, y las ministras de Cultura y Educación no han dicho nada al respecto. ¿Pasamos de un gobierno que quiso conmemorar los 200 años de la Batalla de Boyacá y no los del 20 de julio, a uno que no tomará responsabilidad en el asunto?

En 1910, el Centenario no salió según lo planeado por una cierta desidia, recordaba Jorge Orlando Melo en la Nueva Historia de Colombia. Para el Bicentenario, no hubo o no ha habido planeación. Dos años antes, en 2008, el presidente Uribe creó la Consejería para el Bicentenario, en contraste, por ejemplo, con Chile, que comenzó el proceso diez años antes, y con recursos.

El cambio traumático de la ministra de Cultura Elvira Cuervo impidió que ella estuviera al frente de la conmemoración, y la Consejera presidencial María Cecilia Donado tuvo que pasar el sombrero en el sector privado. Todavía a algunos intelectuales les indigna que empresas españolas se destacaran en los aportes de una colecta que hablaba muy mal de un Estado en trance de celebrar su independencia.

Que el gobierno actúe como si el Bicentenario hubiese terminado e importantes instituciones de la sociedad consideren lo contrario, no importaría si el proyecto central de sociedad ya no fuera responsabilidad del Estado. Pero sí. Por eso es un problema que desde hace rato la política haya abdicado de su responsabilidad intelectual. Si queremos colombianos prósperos y cívicos, no hay que desentenderse de los contenidos de la conciencia colectiva.

El profesor Armando Martínez Garnica, líder de la conmemoración desde la Universidad Industrial de Santander, dice: “El Bicentenario termina en 2021, con el nacimiento de Colombia en la Villa del Rosario. Vamos a recordar la maravillosa experiencia de la revolución, de la invención de una nación”. ¿Acaso estas palabras no retumbarían inspiradoras en boca del Presidente de la República? A algunos académicos todavía les sorprende que los mamos indígenas ocuparan más espacio que la lucha de independencia en el discurso de posesión presidencial del Bicentenario.

Quedarse en la conmemoración de 1810 sería muy excluyente o ignorante. De la independencia de Cartagena en 1811, de la revolución jurídica de la “Patria Boba” y la Constitución de Cádiz, de la Campaña Admirable de Bolívar, de los mártires por el terror de Pablo Morillo, de la ayuda de Pétion y Haití, del pueblo en el ejército libertador, de lo que, en fin, le dio sentido al grito del 20 de julio. Estamos a tiempo para conmemorar el Bicentenario a la altura de un país con aspiraciones. Armar el relato de la celebración para que cuadre con los “intereses estratégicos” del gobierno (Francisco Gutiérrez Sanín), no es la operación intelectual más complicada que puede hacer un equipo de gente inteligente y preparada.

 

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