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¿Cómo creerles?

Patricia Lara Salive
03 de mayo de 2012 - 10:17 p. m.

Si es cierto que las Farc tienen en su poder al periodista francés Roméo Langlois, y que además de haberlo secuestrado cometen el disparate de considerarlo ‘prisionero de guerra’, como dijo en una llamada una supuesta guerrillera del frente XV de esa organización (versión que no ha sido desmentida por ese movimiento hasta el momento de escribir esta columna), sólo cabe preguntarse: ¿cómo podemos creerles algo a las Farc?

Hace poco, a raíz de la liberación de los últimos miembros de las Fuerzas Armadas secuestrados por más de una década por las Farc, esa guerrilla anunció, con bombos y platillos, que cesaría el secuestro. Entonces el país entero se alegró, porque si algo ha calado en el inconsciente colectivo de los colombianos es la imagen, varias veces repetida por TV, de esos pobres soldados y policías encadenados, las historias de horror relatadas por los secuestrados al salir de su cautiverio y las noticias de los sacrificados durante su secuestro. Nadie olvida, por ejemplo, el asesinato, hace cinco años, de los once diputados del Valle, y el perpetrado a fines del año pasado, al inicio del mandato del nuevo jefe de las Farc, Timochenko, de cuatro miembros de la Fuerza Pública: el intendente Álvaro Moreno, el coronel Édgar Yesid Reyes y el mayor Elkin Hernández de la Policía, y el sargento del Ejército José Libio Martínez, a quien mataron a pesar de las marchas y las plegarias de su hijo Steven, hoy de 14 años, quien nació tres meses después del secuestro de su padre y conmovió al país con sus ruegos fallidos a las Farc para que le permitieran conocer a su papá, quien, después de más de una década de secuestro, terminó asesinado a sangre fría.

De modo que el horror que a Colombia le producen esas prácticas atroces de las Farc hizo que nos llenáramos de alegría ante el anuncio de que no secuestrarían más. ¡Y cuando aún estamos a la espera de que cumplan su promesa y liberen a los cientos de secuestrados que retienen por razones económicas, se llevan, dizque como ‘prisionero de guerra’, al periodista francés! ¡Por Dios!

Por esas mentiras a las que nos tienen tan habituados, muchos de los que hemos oído y padecido el cuentico de la combinación de todas las formas de lucha —eso del todo vale: la lucha armada, más la sindical, más la política, más la de masas— somos escépticos en cuanto a que sea verdad que la Marcha Patriótica nada tiene que ver con las Farc. Ojalá así sea, entre otras razones para que sus militantes no caigan asesinados por la espalda, como les ocurrió a miles de activistas de la Unión Patriótica, un movimiento influenciado por las Farc, en el que participaban algunos de sus miembros, que hacían política en la legalidad, mientras otros al mismo tiempo combatían y mataban.

Por ese error de las Farc y de sus allegados, se derramó muchísima sangre en Colombia: un partido fue literalmente asesinado a sangre fría y se perdió la vida de valiosos dirigentes como Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, José Antequera —tantos otros—, y empezó esa cacería de brujas que de manera absurda llevó a la muerte a defensores de los derechos humanos como Héctor Abad.

Así que, por favor, ¡no repitan el disparate!

¡Y, por favor también, señores de las Farc, no sean sordos ante el clamor del mundo, que les solicita que liberen ya al periodista Roméo Langlois!

 

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