A veces las conversaciones con uribistas permiten entender lo efectiva que es la comunicación de conspiraciones. Ponga uno el tema que ponga, la frase de turno enfoca la atención en una idea eje capaz de oscurecer los diferentes ángulos argumentativos del tema que uno quiere abordar. Cuando intentábamos discutir las ventajas y desventajas del plebiscito, vino el eslogan del “rayo homosexualizador”. Cuando cuestionamos el asesinato de los líderes sociales, aparece “la paz de Santos”. Últimamente, ante cualquier cuestionamiento que se le haga al Gobierno nacional, aparece “la minga infiltrada”.
Aunque las teorías conspirativas son siempre atractivas, las crisis son terreno especialmente fértil. El pasado 4 de mayo, por ejemplo, apareció un video de 26 minutos en el que se afirmaba que el coronavirus fue creado con el fin de lucrar a las farmacéuticas. El video obtuvo 2,5 millones de “me gusta” en Facebook. Poco tiempo después, otra teoría afirmó que Bill Gates planeaba usar la vacuna del COVID-19 para implantar un chip y rastrear a las personas a través de la tecnología 5G. Y entre más absurdo, más clics y más eco le hacen los medios.
Pero la solución no es, como piensan muchos, resignarse y dejar que los creyentes de las teorías de complot sigan con sus especulaciones. La tarea puede ser difícil, pero existen algunas estrategias argumentativas. Tanya Basu, reportera del MIT Technology Review, hizo la tarea de recopilar algunas de estas. Empezó por caracterizar las teorías conspirativas. Tres aspectos me parecieron relevantes: primero, es muy humano creer en teorías conspirativas pues hacen parte de un mecanismo de defensa: somos propensos a sospechar de lo que nos atemoriza. Segundo, la distancia social hace que las teorías conspirativas sean más atractivas. Entre más aislada está la gente, más se vuelca a las redes sociales. Tercero, todas las teorías conspirativas tienen algo de verdad. Siempre hay algún aspecto que se pueda verificar.
Quizá esto sea lo más interesante. La forma de enfrentar este tipo de teorías no puede desconocer sin más sus fundamentos. De ahí que Basu nos proponga utilizar “el sánduche de la verdad”. Este método, propuesto originalmente por George Lakoff, consiste en aproximarse a la verdad a partir de una secuencia de hechos-falacias-hechos. Así, si alguien cree en la conspiración de la 5G, la forma de estructurar el argumento debería ser la siguiente: “El coronavirus se transmite por aire, es decir, a través de la tos, estornudos y partículas. Como ningún virus se puede transmitir por ondas radiales, el coronavirus, que se transporta por aire, no puede transmitirse por 5G”. Es repetitivo, comienza y termina con el mismo hecho para demostrar que la conspiración no tiene cabida.
El método no es mágico, pero en algo puede ayudar. Intentémoslo: “La protesta pacífica es un derecho ciudadano. Sólo por protestar las personas no son criminales. Pudo haber criminales en la protesta por la liberación de Álvaro Uribe. Puede haber criminales en la protesta de la minga. Pero no por protestar las personas son criminales y todos estos protestantes, como todos los demás ciudadanos, son inocentes hasta que se demuestre lo contrario”.