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Cómo honrar realmente a Mandela

Nicholas D. Kristof
14 de diciembre de 2013 - 10:00 p. m.

Dirigentes mundiales, incluido el presidente Obama, están luchando por la oportunidad de celebrar a Nelson Mandela esta semana, lo cual haría sonreír a Mandela. Él tenía un travieso sentido del humor y sabía mejor que nadie que Estados Unidos y otros países que ahora lo acogen lo habían desdeñado, cuando él necesitaba la ayuda.

En la oleada de cobertura desde la muerte de Mandela, causa sorpresa que se haya dado tan poca reflexión sobre las lecciones para nosotros, y hay un tufo de hipocresía con respecto a la adulación hacia Mandela incluso al tiempo que vendemos armas a regímenes represivos por todo el mundo. No necesitábamos sólo mirar hacia atrás: sí, el presidente Ronald Reagan o Dick Cheney, como miembro del Congreso en los 80, no honró a Mandela cuando eso le habría ayudado, pero es más relevante hoy día que Obama no esté hablando en la medida suficiente en nombre de prisioneros políticos.

Si nosotros, los estadounidenses, queremos mantener el espíritu de Mandela, entonces aboguemos por prisioneros políticos en China, Cuba, Siria e Irán, así como en aliados como Etiopía, Arabia Saudita, Turquía y Bahréin. Además, deberíamos protestar más vigorosamente por asentamientos israelíes en Cisjordania, ya que el mismo Mandela dijo: “Nuestra libertad está incompleta sin la libertad de los palestinos”.

Obama pronunció un panegírico de elocuencia característica para Mandela, pero desatendió el argumento por nosotros mismos: deberíamos tratar de ponernos del lado correcto de la historia.

La administración Obama ni siquiera se sonrojó cuando, el día que Mandela murió, el secretario de la Defensa estadounidense, Chuck Hagel, visitó Bahréin: régimen minoritario y autoritario que oprime violentamente a su mayoría.

Hagel estuvo con el rey de Bahréin sin expresarse vigorosa y públicamente sobre activistas por los derechos humanos que están encarcelados, como el presidente del Centro por los Derechos Humanos de Bahréin, Nabil Rayab, quien goza del respeto mundial. O sobre Zainab al-Jawaya, mujer educada en Estados Unidos que citó a Gandhi, Luther King Jr. y Mandela, y quien ahora está en prisión por su activismo de los derechos humanos. Cierto, Estados Unidos tiene importantes intereses de seguridad, pero, ¿realmente necesitamos marginar a aquellos que continúan la lucha de Mandela?

“Futuros presidentes y primeros ministros electos están encerrados en cárceles de gobiernos a los que EE.UU. está apoyando con armamento”, nota Brian Dooley, del grupo Human Rights First. “Algún día Nabil Rayab o Zainab al-Jawaya podrían formar parte de un gobierno bahreiní con el que Estados Unidos necesite hacer negocios. Si es para evitar los errores que cometió con Mandela, debería empezar promoviendo de manera adecuada su liberación”.

En el panegírico, Obama dijo de Mandela: “Él cambió leyes, pero también corazones”. Así que tengamos un cambio de corazón y ofrezcamos un tributo no sólo en palabras, sino también en apoyo más firme hacia otros defensores del cambio democrático por la vía pacífica. Consideremos el caso de Etiopía, donde Estados Unidos tiene enorme influencia que aún no ha usado de manera apropiada en nombre de prisioneros políticos como Eskinder Nega, periodista que tiene una condena de 18 años por terrorismo.

Ken Roth, el director ejecutivo de Human Rights Watch, dice que su candidato para el Mandela actual es Liu Xiaobo, el gran escritor chino y ganador del Premio Nobel de la Paz, mismo que está cumpliendo una condena en prisión de 11 años por promover la democracia y los derechos humanos. Cuando China sea libre y democrática, líderes mundiales probablemente emitan conmovedores homenajes a la visión moral de Liu, pero él podría usar sus palabras hoy.

Una de las lecciones de la vida de Mandela es que la presión mundial tiene importancia. Cuando Mandela fue enjuiciado entre 1963 y 1964, el gobierno sudafricano quería ejecutarlo. Pero, debido al clamor internacional, más bien lo condenaron a cadena perpetua.

Finalmente, para honrar incluso más el legado de Mandela, Obama pudiera mostrar un firme impulso para cerrar la prisión de Bahía de Guantánamo, Cuba, y ponerle fin a esa mancha sobre el honor nacional de los estadounidenses. Piensen en la gratuita crueldad hacia Samir Naji al-Hasan Moqbel, preso en Guantánamo que escribió en el Times sobre lo ocurrido cuando se negó a comer:

“Yo estaba enfermo en el hospital de la prisión y me negaba a ser alimentado. Irrumpió un equipo de ERF (Fuerza de Reacción Extrema, por sus siglas en inglés), escuadrón de ocho oficiales de policía militar con uniformes antimotines. Ataron mis manos y pies a la cama. Me insertaron por la fuerza una intravenosa en la mano. Pasé 26 horas en este estado, atado a la cama. Durante este tiempo no me permitieron usar el retrete. Insertaron un catéter, lo cual fue doloroso, degradante e innecesario”.

Sr. presidente, usted no puede culpar a John Boehner por eso.

De acuerdo, es fácil para quienes no estamos dentro del gobierno promover los derechos humanos, al tiempo que es infinitamente más difícil para funcionarios en el poder equilibrar los derechos humanos contra otras prioridades. Algunos líderes políticos que lean esto indudablemente sentirán que estoy siendo simplista e injusto, omitiendo las presiones de la ‘realpolitik’ para trabajar con aliados defectuosos. Ellos deberían recordar que hace una generación sus predecesores estaban citando las mismas razones para guardar silencio con respecto a Nelson Mandela.

 

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