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Como país, cambiamos o naufragamos

Cartas de los lectores
02 de marzo de 2021 - 03:00 a. m.

En un gigantesco círculo vicioso se ha convertido Colombia, pues venimos generando todo tipo de remolinos sociales que producen fuerzas de atracción que nos conducen hacia situaciones insospechadas e inesperadas, lo que obligatoriamente nos viene dirigiendo hacia todo tipo de conflictos y problemas, muchos de ellos irresolubles con métodos inteligentes y normales, despreciando, en los afanes que provocan estos avatares, reacciones diferentes a la normalidad, para poder enfrentarlos a partir de soluciones sensatas, lógicas, legales y organizadas.

Por consiguiente, estamos inmersos en el centro de un remolino cultural, de un inmenso descontrol político y social, tan es así que nos hemos transformado en uno de los ejemplos más visibles del mundo de lo que significa una sociedad conflictiva, ilegal, insolidaria, vengativa, violenta y disruptiva, en donde cada individuo —en la soledad en que lo han dejado abandonado sus familias, el Estado, los movimientos y partidos políticos, los gobiernos locales y las instituciones religiosas, educativas o gubernamentales— debe encontrar por sí mismo las maneras de solucionar sus conflictos y problemas personales, sin poder vislumbrar alguna alternativa solidaria, comunal o cooperativa, ya que si las invoca o las propone, puede terminar siendo catalogado de persona conflictiva, guerrillera o con tintes de violento comunista, viéndose sometido incluso a la muerte y, por lo tanto, quedando expuesto a otras formas de resoluciones, ya sean financieras, sociales, educativas, culturales o psicológicas. Entonces, toma caminos errados, vislumbrando en los atajos éticos y morales las mejores, o únicas, alternativas para encontrar las soluciones a sus problemas. Por esas vías, tendrá que toparse, enfrentarse, congraciarse o relacionarse con organizaciones ilegales en el plano financiero; por ejemplo, apelando a los usureros o a los mal llamados gota a gota, pues los bancos privados no son una alternativa para ellos. De hecho, en Colombia ya no existen banco estatales, habiéndose convertido estos en unas sanguijuelas económicas, que en su avaricia y sevicia no dejan opciones legales ni posibles de crédito, creyendo los individuos, ingenuamente o en su desesperación, que encuentran en la ilegalidad las mejores opciones para resolver esas dificultades personales, e incluso creen ver en la corrupción vías expeditas y más fáciles para solucionar la situación que enfrentan.

Igual sucede en el aspecto social, pues son tantas las dificultades que acosan a los individuos, que se transforman en bestias salvajes, yendo en contra hasta de sus propios hijos, amigos, familiares o vecinos, haciéndose insensibles a las necesidades y sufrimientos de los demás. Algo parecido ocurre con el sistema educativo, que se transfiguró en un esquema de adquirir información y conocimientos sobre temas y métodos para engañar, usufructuar egoístamente y sacar beneficios personales sin necesidad de compartir, hasta el extremo de que hemos caído en el fango de una anticultura, donde la falsedad y el engaño son las brújulas que llevan a los individuos a buscar el éxito personal, lo cual afecta gravemente la psicología general de todas las sociedades que conforman a Colombia, donde en unas el efecto pernicioso se nota más, pero en todas partes estas actitudes se han vuelto norma y costumbre.

Si el país no encuentra el norte de su recomposición social, la descomposición ética y moral solo nos puede conducir hacia un peor escenario que el actual, aunque, de cierta forma, ya estemos viviendo entre las leyes de una selva donde el más fuerte se come al más chico, el más violento acaba con el más débil, el más rico se aprovecha del más pobre, y los avivatos y tramposos se han convertido en los líderes y dirigentes, quienes están conduciendo a Colombia —igual que a un barco en dificultades— hacia su naufragio; nos están llevando hacia la debacle económica, social, moral, ética e intelectual, y en esas condiciones lo peor se convierte en lo mejor y lo ilegal en lo legal.

Octavio Cruz González

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com

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Arturo(82083)02 de marzo de 2021 - 10:03 p. m.
Excelente radiografia, diestramente ajustada al corset periodistico del EE. Hace falta una chispa que libere la energia latente de la ciudadania y ponga en marcha el motor de la nave que nos salve del naufragio y nos lleve a buen puerto.
UJUD(9371)02 de marzo de 2021 - 10:19 p. m.
200 y pico de años en lo mismo...
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