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Compañeros de viaje

Adolfo Meisel Roca
18 de julio de 2020 - 05:00 a. m.

Alberto Manguel dice que “un libro se convierte en un libro distinto cada vez que lo leemos”. Pero no todos envejecen bien. Hay libros que nos encantaron en algún momento, pero cuando los revisitamos años después nos decepcionan de una manera profunda. Recuerdo el sacudimiento que me produjo a los 17 años la lectura de Werther, de Goethe. Tengo una enorme admiración por J. W. Goethe, pero este es el ejemplo de un libro que cuando lo volví a buscar, ya en la madurez, me aburrió y no lo pude releer. Sin embargo, hay libros que visitamos una y otra vez y nos recuerdan cosas que tal vez habíamos olvidado y descubrimos otras a las cuales no les pusimos atención antes.

En esta época de encierro forzoso, a menudo reviso los anaqueles de libros en busca de sorpresas o para volver a frecuentar viejos conocidos. Entre los libros están aquellos que nos han marcado intelectualmente de manera más certera. Por lo general, son pilares en nuestro desarrollo intelectual, así después nos distanciemos de muchos de los pensamientos de su autor. Típicamente son de grandes ideólogos o grandes pensadores, como Marx, Weber, Keynes, Maquiavelo, Goethe, Schumpeter, Rawls o Piketty. Pero también están los autores que sentimos más cercanos, más como para conversar en la cocina entre amigos y cuyos textos nos gusta frecuentar de vez en cuando. Estos libros son los que llamaría compañeros, y aunque tal vez no representan los fundamentos filosóficos, económicos y sociales de nuestra visión del mundo, sí les tenemos mucho cariño.

Quizá, pero no estoy completamente seguro, la diferencia entre los autores trascendentales y los “compañeros de viaje” es que estos últimos se refieren a personas que a uno le hubiera gustado tener de amigas. Es posible, pero excepciones las hay.

Voy a mencionar cinco libros que desde hace muchos años releo con deleite. En primera instancia, los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda. Lo devoré en el grado 10° y creo que es el libro que más veces he leído, releído y regalado. Cronológicamente sigo con El general Burgos, de Remberto Burgos Puche. Compré la edición original, de 1965, de segunda mano, pero en estado de no haber sido leído, pues tuve que cortar las hojas, como era usual en esa época. Lo adquirí hacia 1975 en uno de los quioscos de la avenida 19. Cuenta la historia de una de las grandes haciendas ganaderas del Sinú, Berástegui, que fue de la familia Burgos durante varias generaciones a lo largo de casi 150 años. Tal vez eso fue lo que me impulsó a dedicar mucho tiempo a investigar sobre la historia de las haciendas del Caribe colombiano.

El 23 de febrero de 1981 adquirí el libro El Mediterráneo en tiempos de Felipe II, de Fernand Braudel. Señalaría que este libro es una catedral de la historiografía social, económica y política.

A fines de la década de 1980, en una época en que estaba revisando mis ideas políticas de manera radical, descubrí a Raymond Aron, uno de los más grandes sociólogos políticos del siglo XX. Aron estuvo durante algunos años relegado un tanto en el pensamiento político por la estrella fugaz que fue Jean Paul Sartre. Su autobiografía, modestamente titulada Memorias, es la mejor que conozco de un intelectual.

Termino con el deslumbrante This Craft of Verse, de Jorge Luis Borges. Allí se recogen las conferencias que en 1967-1968 dio en inglés en la Universidad de Harvard. Este es un libro de poesía en prosa.

Estos son algunos de mis compañeros de viaje…

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