Con o sin proceso de paz, recursos de los donantes y multilaterales seguirán llegando, y por montones

Columnista invitado EE
29 de abril de 2018 - 05:58 a. m.

Por: Marcela Huertas Figueroa*

Los sucesos del último mes nos han llevado a cuestionarnos lo incuestionable y es que, bajo el esquema actual, la implementación de los compromisos plasmados en el “Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera” con el partido político FARC es inviable. Y así lo resaltó el presidente Santos en las Naciones Unidas el martes pasado cuando dijo que sin un programa de educación, la reincorporación no sería posible.

Uno de los cuestionamientos que ha generado preocupación es la manera como se han venido gestionando los recursos provenientes de las entidades multilaterales y los gobiernos donantes, ya sea porque se han invertido sin seguir rigurosamente las reglas de contratación de nuestro país o porque se han dejado de invertir a sabiendas de las necesidades que hay en los territorios calificados como zonas de postconflicto.

Sin embargo y teniendo en cuenta que la paz es tan buen negocio como la guerra, ya que en ambos escenarios los territorios se deben reconstruir, el mundo sigue teniendo fe en nosotros, así sea de manera interesada. Y en las reuniones de la primavera del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional de la semana pasada, en varios escenarios actores oficiales de la comunidad internacional manifestaron explícitamente su interés en seguir involucrados directamente con Colombia, apoyando financiera y técnicamente los proyectos que aquí se quieran ejecutar.

La mayoría de los recursos serán destinados para cumplir con las 17 metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a través de la implementación del “Plan de Acción del Programa de las Finanzas Combinadas / Blended Finance” que lanzó la Corporación Financiera Internacional con BID Invest y Systemiq (empresa tipo B), en donde se calcula que hay más de 50 mil millones de dólares disponibles del sector privado en los países desarrollados que podrían invertirse en infraestructura sostenible de los mercados emergentes. Esto, con el apoyo de la banca multilateral y las agencias financieras internacionales que ayudan abriendo el mercado, mitigando el riesgo a través de garantías, seguros, cobertura de divisas, deuda subordinada y liquidez, y también haciendo donaciones para dar asistencia técnica.

Si analizamos el monto disponible -aunque en total se necesite una inversión de 6 trillones de dólares anuales para cumplir con las metas de los ODS a nivel global-, que hay una movilización mundial alrededor del tema y que hay interés en Colombia, debemos demostrar que sí somos capaces: que tenemos la capacidad de administrar los recursos de manera transparente y eficiente, de estructurar proyectos sólidos y de ejecutarlos a tiempo sin tener que pasar por el pago de las famosas coimas a los líderes regionales y locales.

Desde el 2014 se han creado alrededor del mundo más de 50 fondos de financiación combinada para utilizar estratégicamente los recursos para el desarrollo con el fin de movilizar financiación comercial e invertir en sectores como energía renovable y eficiencia energética que hoy ocupan un 40% del total del portafolio de inversiones.

La mayoría de esos fondos están localizados en África, seguido del Este de Asia y de América Latina, con tasas de retorno que varían entre 10-20% para inversionistas institucionales. Estas regiones tienen unos porcentajes asignados con los cuales deben cumplir para dotar a sus respectivas poblaciones de hospitales, escuelas, energía, agua e inclusión financiera, entre otros.

Pero, a pesar de los altos niveles de retorno, el capital privado no está llegando a esta parte del mundo por causa de la desconfianza que se ha generado en el sistema, como producto de los niveles de corrupción. Tema que también se discutió ampliamente en la pasada Cumbre de las Américas en Lima, Perú y de donde desafortunadamente no salió un plan de acción contundente para combatir dicho flagelo.

Es el momento para que con el nuevo gobierno que se elija, Colombia logre madurez institucional, implementar el marco regulatorio para garantizarles reglas claras a los capitales extranjeros, transparencia y eficiencia administrativa, y sobre todo demostrar que no hemos perdido un valor humano tan esencial como la ética. Es de la única manera que lograremos atraer el capital disponible y cumplir con las metas de desarrollo sostenible que nos hemos propuesto, incluyendo la equidad social en nuestro país, que es inmensamente rico y en donde desafortunadamente hoy el 11,8 % de la población vive en la pobreza extrema.

* Docente de la Maestría de Ciudades Inteligentes de la Universidad Externado de Colombia, Observatorio de Sociedad, Gobierno y TIC.

 

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