Conexión rural

Jaime Arocha
05 de junio de 2018 - 12:00 p. m.

Servicio social en vez de servicio militar fue una de las propuestas más llamativas que hizo el doctor Humberto de la Calle en sus debates. La justificó por la pacificación de las áreas rurales del país y como medio de sustituir soldados por gente universitaria capaz de aportar conocimientos, pero al mismo tiempo recibirlos, debido al déficit de conexión que presentan los ciudadanos de las grandes urbes con comunidades de zonas desérticas y secas o paramunas, selváticas y ribereñas, sabaneras y cienagueras. A De la Calle le daban razón logros históricos indiscutibles gracias al compromiso estatal, basados en trabajo intenso en diversos terrenos, como los de la Expedición Botánica, la Comisión Corográfica y la Comisión de Cultura Aldeana. A esa pasión por el trabajo de campo para documentar acervos ambientales o humanos le dan continuidad entidades como el Instituto Colombiano de Antropología e Historia o el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia, y dentro de ella, las salidas de campo con estudiantes de antropología, geografía, sociología y trabajo social, siguiendo los estándares de rigor que establecieron Orlando Fals Borda y Ernesto Guhl durante los años 60. Otras universidades que han impulsado esa manera de compenetrarse con el país incluyen la sede de Medellín de la misma Nacional, con figuras legendarias como Ignacio del Valle y Roberto Luis Jaramillo, o las universidades de Antioquia y Magdalena. Incluso, entre 1963 y 1966, la Universidad de los Andes impulsó ese tipo de iniciativas con el Grupo de Acción Comunal que puso a quienes hoy son reconocidos ambientalistas y economistas con las realidades del campesinado sinuano.

De no haberse rajado con 2,9, con seguridad Sergio Fajardo habría enriquecido su idea sobre la educación superior pública mediante ese servicio social. Los resultados del 27 de mayo frustran esa opción y nos ponen frente a la de la probable inanición del sistema de universidades públicas, como lo ha demostrado el rector de la Universidad Pedagógica Nacional en la última columna que publicó en este diario. Sumando el uribepopeyismo con el fundamentalismo cristiano, a partir del 7 de agosto de 2018 podrán profundizarse etnocidio y ecocidio, irrelevantes para las calificadoras de riesgo. Es dable que, con el reencauche uribista, esas agencias de monitoreo económico le den al país excelentes puntajes, a los cuales quizá reforzará la ideología de la supremacía racial blanca que han defendido miembros del CD. Una reforma de la justicia que unifica las cortes podrá obrar en pro de las multinacionales de la agricultura y la extracción de recursos auríferos y fósiles que han violado los derechos humanos, y arrasado selvas, ríos, ensenadas y playas, con ventajas para los ejércitos de defensores armados de la que Popeye llamó la gran familia del No, a la cual —según los trinos del mismo uribista— sus copartidarios tendrán el gusto de armar y alojar en sus propias residencias. Él lo hará si logra salir de prisión por un delito menor, comparado con la promesa de realizar un crimen de lesa humanidad, según las amenazas mortales que profiere contra Gustavo Petro y sus seguidores. Aterra que el voto en blanco nos acerque a semejante desolación.

* Miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional.

 

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