Rabo de paja

Confía, pero verifica

Esteban Carlos Mejía
20 de abril de 2019 - 06:00 a. m.

Por lo general a mí las cavilaciones éticas me parecen aburridas, zonzas, moralinas, soporíferas, hasta mamertas. Por ejemplo, los textos de Adela Cortina sobre ciudadanía y ética me recuerdan a Camino, el breviario de Josemaría Escrivá de Balaguer, santo o beato, yo qué sé ni me importa. De lejos, lejísimos, prefiero a Zygmunt Bauman (q. e. p. d.) o a Slavoj Zizek, iconoclastas, contestatarios, irreverentes.

En el filo de la navaja (Aguilar, abril de 2019, 317 páginas), de Yolanda Ruiz, las reflexiones burlan al tedio y sobresalen por la agudeza y la sensatez, gracias a que están basadas en hechos reales y no en especulaciones metafísicas ni en elucubraciones ebrias desde una cátedra universitaria, un púlpito o un smartphone. Yolanda es una periodista a carta cabal: honesta y modesta, inteligente y sagaz, oportuna y seria. Toma distancia de personajes y acontecimientos y no se deja enredar con zalamerías ni amedrentar con patanerías. Para algunos su libro no pasará de manual de autoayuda para periodistas jóvenes e inexpertos. Otros lo sentirán como un cobro de cuentas, la revancha que anhelamos en secreto. Yo lo considero un testimonio sobre el esplendor y la gloria, la sordidez, el afán de cada minuto, el poder, la sensibilidad o la frivolidad, la rudeza y la endiablada ternura del “oficio más bello del mundo”, como lo llamó Gabriel García Márquez.

En las épocas más calientes de la Guerra Fría, Ronald Reagan, archienemigo de la Unión Soviética, popularizó en Occidente un sabio refrán ruso: “Confía, pero verifica”. Yolanda lo dice a su modo: “Confirmar, reconfirmar y verificar son mantras que no se nos pueden olvidar a los periodistas. A veces hasta los que llevamos años en el oficio pecamos por la premura o el exceso de confianza. En periodismo siempre es preferible respirar unos minutos” (pág. 133). Ese, a mi manera de ver las cosas, es el cogollo de este filo de navaja sin ambages ni cortapisas.

Todos leemos distinto. Unos ven la rosa, otros “examinan con atención las espinas del tallo”. A mí, aparte de la sección sobre la dictadura del clic, me atraparon dos capítulos: “Muertos” y “El día que me bloqueó Uribe”. Yolanda habla de los primeros cadáveres que vio en la vida: su abuelo, “pequeño, encogido, disminuido” y “una jovencita que no tendría más de 18 años”, guerrillera del M-19, mientras ella, Yolanda, tenía 20 y era reportera primeriza. Fue su cruda iniciación a lustros de informar sobre muerte y violencia. El capataz la bloqueó en Twitter el 26 de marzo de 2018, hace ya más de un año, después de una entrevista sobre Cambridge Analytica y sus operaciones de manipulación electoral en redes sociales. Ese día el senador le dijo a Yolanda que su periodismo era “dañino” y le colgó el teléfono. ¿Dañino un periodismo independiente, equilibrado, que consulta todas las fuentes y todas las opiniones? Uribe: ¿ubérrimo o paupérrimo? Yolandarruiz no se deja joder por nada ni por nadie. En el filo de la navaja es la prueba reina. ¡Bravísimo!

Rabito: “Ella estaba casi desnuda y la cubría solamente un panty manchado de sangre. No sé por qué estaba desnuda ni entiendo por qué no la cubrieron. Su cuerpo tenía ese mismo color cenizo que vi en la cara de mi abuelo muerto que le daba un aire oscuro, triste, frío. Al verla allí, expuesta a los ojos de todos, me pregunté, de manera absurda, si tendría frío, si tendría vergüenza”. Yolanda Ruiz. En el filo de la navaja, abril de 2019.

@EstebanCarlosM

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