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Conflicto armado y crecimiento

Salomón Kalmanovitz
20 de enero de 2013 - 11:00 p. m.

LA GUERRA QUE HA VIVIDO COLOMbia, en especial durante los últimos 25 años, ha debido tener un impacto negativo sobre el crecimiento económico. Los canales de trasmisión son muchos: las muertes y heridos provocados por la confrontación, que destruyen además la cohesión social; el gasto improductivo del Gobierno (6% del PIB); el reclutamiento de jóvenes que dejan de estudiar y producir; la destrucción de capital físico e infraestructura; y no menos, la fuga de capitales y personas frente a la inseguridad que se cierne sobre sus vidas y propiedad. Hay también el efecto de ventana rota en el que la insurgencia protege la criminalidad del narcotráfico y la piratería contra el transporte de bienes y personas.

Un interesante trabajo de Alexánder Riveros, del Grupo Bancolombia, explora los efectos del conflicto e intenta cuantificarlos rigurosamente. Para ello, el autor relaciona secuestro, acciones armadas de las Farc, del Eln y de los paramilitares, homicidios y policías muertos, combinándolos para construir un índice de conflicto. Este índice lo relaciona con formación de capital, inversión extranjera y crecimiento.

El tema ha sido tratado por varios investigadores, incluyendo a Mauricio Cárdenas, quienes coinciden en que el país pierde entre 1,5 y 2% de crecimiento anual por razón del conflicto interno, pero los métodos son distintos y posiblemente exageran. Riveros trata de despejar el impacto del conflicto sobre el crecimiento, pero también el del propio crecimiento sobre el conflicto, suponiendo que un menor crecimiento puede causar más conflicto. El resultado que obtiene para el período 1988-2011 es que la economía colombiana creció 0,6% menos por año, en razón de la confrontación armada.

Es interesante la periodización que establece Riveros del conflicto que permanece latente y estancado hasta 1995, se recrudece entre 1996 y 2002 para dar paso a un reacomodamiento a favor del Estado entre 2003 y 2011. Hay que anotar que la reacción estatal fue creciente frente a la amenaza insurgente que se fortaleció con el auge del narcotráfico. La administración Samper incrementa el presupuesto militar, la administración Pastrana consigue el apoyo norteamericano mediante la Operación Colombia, que fortaleció la inteligencia, la coordinación entre las fuerzas y la capacidad aérea. Toda esta acumulación de esfuerzos dio sus frutos durante Uribe, aunque éste se apropió de los resultados sin un ápice de modestia.

Un problema de todos estos estudios es que excluye variables claves, como el ciclo de la economía global y emergente, además de los términos de intercambio que favorecen o frenan el crecimiento de la economía colombiana. La economía mundial estuvo estancada en los ochenta, se aceleró un poco en los noventa para tener un buen comportamiento a comienzos del siglo XXI y reventarse en el año 2008. Las economías emergentes vivieron una crisis financiera muy dura en 1998-2002 y Colombia registró una contracción profunda en 1999, que obviamente no fue provocada por el conflicto. El auge entre 2003 y 2012 fue causado por términos de intercambio muy favorables en la minería, aunque la mayor seguridad pudo incrementar las inversiones extranjeras y locales, acelerando el crecimiento.

Otra variable excluida es la de la calidad de las instituciones (clientelismo, exclusión y corruptela), que ha sido un freno ancestral para el crecimiento económico de Colombia y que también ha provocado la lucha armada.

 

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