Confrontación entre Estados Unidos y China

Eduardo Sarmiento
26 de mayo de 2019 - 02:00 a. m.

El alza de los aranceles establecida inicialmente por Estados Unidos y luego replicada por China ha generado una gran conmoción mundial. Los aspectos personales de los líderes han predominado sobre las determinaciones y las formas de contrarrestarlos. No faltan quienes las presenten como catástrofes sin conocer su verdadero alcance.

Los aranceles fueron desacreditados por la globalización que los presentó como una criatura que perjudica a todos los países. No es cierto. Los aranceles son un medio para encarecer las importaciones de los socios comerciales y propiciar su producción interna. Así, los aranceles de Estados Unidos encarecerán los productos elaborados en China y lo mismo ocurrirá con los de China. Ambos países adquirirán menos productos del rival y más del resto del mundo. El efecto neto será una reducción del comercio mundial que tendrá diferentes manifestaciones en los distintos países.

La globalización fue un acuerdo mundial montado alrededor de la teoría de ventaja comparativa de David Ricardo. Los países se especializan en los bienes que están en mejores condiciones de elaborar y adquieren los restantes a menores precios en el exterior. Supuestamente es un juego en el que todos ganan. La realidad es distinta. Los países desarrollados tienen ventaja comparativa en los bienes de alta productividad y los países en desarrollo en los de baja productividad. Los países en desarrollo se ven relegados a los recursos naturales y los bienes intensivos en mano de obra de baja productividad. De un lado ganan con el abaratamiento de los productos en el exterior, y de otro lado pierden por la baja de salarios; el efecto neto es incierto. Así, luego de 30 años de apertura, el salario en Colombia es nueve veces menor que en Estados Unidos.

El esquema no fue seguido por los países asiáticos, en particular China. Muchos de ellos han adoptado políticas industriales y subsidios para conformar estructuras productivas de mayor complejidad y competir con Estados Unidos y Europa. Lo cierto es que China, al igual que los países del sudeste asiático, ha logrado desplazar a los productos estadounidenses en los mercados internacionales.

Lo que ha hecho China es contrarrestar los efectos asimétricos del comercio internacional contra los países en desarrollo con una audaz política industrial. En lugar de bajar los salarios para operar en las actividades de alta tecnología, procede a entregar apoyos selectivos y temporales a las empresas. Por este camino logró conciliar el comercio internacional con el desarrollo tecnológico e industrial, y más, con la distribución del ingreso.

La evolución desesperada de Estados Unidos para detener el avance tecnológico de China, primero con aranceles y luego con acciones directas sobre las empresas, revela una estrategia débil frente a la política industrial de China. Mientras China disponga de un mayor avance científico y flexibilidad de salarios no será posible detener su presencia creciente en las actividades de alta tecnología. De todas formas, las conversaciones entre los dos países se reiniciaron y probablemente terminarán en una reducción del comercio mundial. Sin embargo, la lucha de las dos potencias para obtener el predominio de los bienes de alta tecnología no se detendrá.

El debate es un llamado a América Latina, que siguió a ciegas el principio de ventaja comparativa de Ricardo. El comercio internacional se propicia a cambio de estructuras de baja productividad que reducen los salarios y configuran balanzas de pagos deficitarias. La rectificación del error histórico está más cerca de China que de los libros de texto estadounidenses.

 

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