Confusión

Marcos Peckel
04 de diciembre de 2019 - 03:00 a. m.

No  hay palabra quizás más adecuada para describir el actual estado de las cosas alrededor del planeta que una gran confusión. Los paradigmas bajo cuyo lente veíamos y analizábamos el trasegar del mundo están rotos,  dejándonos sólo imágenes borrosas, desordenadas.  

Frente a la inequidad, pobreza, falta de oportunidades, salarios bajos, marginación,  incertidumbre y  pérdida de esperanza, que han existido siempre  en diversas sociedades y  tiempos,  las respuestas colectivas  han sido  múltiples:   revoluciones,  cambios graduales producto de un contrato social,  calle, represión o híbridos.  Las dinámicas sociales que generan cambio dependen de innumerables factores:  culturales, liderazgo, elites que detentan el poder, injerencia extrajera, geografía, historia, religión, cohesión social  y un largo etcétera. 

La gran mayoría de revoluciones triunfantes, medicina en ocasiones peor que la enfermedad, tenían un líder visible, reconocido,   enfocado en una clara agenda de cambio y un norte bien marcado. Así los Lenin, Castro, Ho Chi Minh, Jomeini, Mao, llegaron al poder tras  episodios revolucionarios que canalizaron el descontento de amplios sectores de la sociedad.  En otras latitudes los cambios sociales han sido producto de largos procesos de concertación social,  nacidos quizás tras  destructoras  guerras,  que han dado origen al Estado de Bienestar prevaleciente en Europa occidental y  Japón. 

En ocasiones   la calle  es protagonista de  cambios sin necesidad de líderes visibles cuando existe un objetivo que amalgama a las masas: derrocar una dictadura, como  ocurrió en Europa  del Este tras la caída del muro, lo que dio resultado porque el soporte de esas dictaduras, la URSS, ya no existía, no había quien defendiera el sistema imperante. Similar el caso  de Túnez tras la primavera árabe. Por otro lado, la calle puede terminar  en un baño de sangre si las elites del poder deciden que se quedan y tienen como hacerlo.  Gracias a la calle llegaron  al poder  Hitler y Mussolini en lo  que entonces eran frágiles democracias.

En días recientes nuestro continente ha sido testigo de cómo  la calle derrocó al presidente de Bolivia quien quería perpetuarse, pero ha sido incapaz de sacar del poder a la dictadura  chavista. La diferencia en estos casos  está en lo que decía Mao Tse Tung: “el poder nace del fusil”, que en el caso boliviano se alineó con la calle y en el caso venezolana con Miraflores.  El fusil se esta ensañando contra los manifestantes en Irán  protegiendo a  la dictadura islámica. 

Cuando la calle se alborota en las democracias, estas poseen herramientas para enfrentarla dentro de la institucionalidad,  sin embargo, la incertidumbre  puede  tornarse en río revuelto.   Ecuador parece haber logrado su concertación, Chile es una historia en desarrollo, nuestro país está concertando, Hong Kong es incertidumbre pura desafiando un enorme poder cuyo aguante están siendo puesto a prueba.  

Agregar al panorama actual las redes sociales, guerras comerciales, alabastradas relaciones entre las potencias, fragilidad de las instituciones  internacionales, despertar del tribalismo, incertidumbre económica,  cambio climático  y el fin de las reglas.  Confusión.     

 

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