Congestión e impuestos a la gasolina

César Ferrari
15 de enero de 2020 - 05:00 a. m.

La gasolina en Colombia está fuertemente gravada y la congestión vehicular en Bogotá es gigantesca. Según INRIX Research, una consultora que estudia la movilidad urbana, Bogotá es la tercera ciudad más congestionada del mundo después de Moscú y Estambul.

¿Aumentar los impuestos a la gasolina reduciría la congestión en Bogotá? Algunos dicen que sí e insisten en que hay que aumentarlos, “aunque sea impopular”, para desincentivar el uso de automóviles y promover el transporte público.

Pero resulta que el transporte público en Bogotá es insuficiente e ineficiente: mucha gente tratando de usar un sistema que no es masivo ni rápido, apenas de buses articulados, casi todos contaminantes, en rutas exclusivas en el mejor de los casos. De tal modo, como esa no es alternativa, aumentar el costo del uso de los vehículos de gasolina podrá en todo caso incentivar el uso de los carros eléctricos, pero no disminuirá la congestión.

Otra historia podrá contarse el día que Bogotá tenga un metro adecuado que cubra toda la ciudad. Para decirlo en términos técnicos, las preferencias y las elasticidades de las demandas del uso de automóviles, incluyendo eléctricos, y del uso de medios públicos cambiarán: la primera demanda disminuirá y aumentará la segunda, sin necesidad de aumentar el precio del uso de automóviles.

La congestión expresa una relación inadecuada entre vehículos y vías: muchos sobre pocas, mal diseñadas y peor mantenidas, que genera una pérdida inmensa de tiempo para pasajeros y carga y, por lo tanto, de productividad. La pregunta es, entonces, ¿por qué hay tantos vehículos y relativamente tan pocas vías en Bogotá? Lo primero es consecuencia de otra medida, el “pico y placa”, que al encarecer al infinito (prohibir) el uso de los automóviles durante ciertos días y horas acabó generando su compra masiva.

La razón es obvia, sin alternativa de transporte público los ciudadanos con ingresos compraron un segundo automóvil, a pesar del aumento del precio de su uso (casi al doble, dada la amortización del segundo vehículo). Con ello, ganaron fabricantes y vendedores de automóviles y de seguros, y el fisco nacional y local que cobró más impuestos; perdieron todos los ciudadanos y la ciudad.

¿Por qué hay tan pocas vías y de tan poca calidad? Porque los automóviles aumentaron exponencialmente y las vías no acompañaron ese crecimiento. La autoridad municipal prefirió construir puentes y elevó el trancón a 20 metros del suelo; pretendió resolver el transporte público con buses articulados y no lo logró porque el método era inadecuado; dejó a Bogotá con vías de entrada y salida insuficientes y generó un trancón monumental en las puertas de la ciudad; postergó el mantenimiento de las vías lo que redujo su dimensión y se dedicó a señalizarlas en una ostentación de derroche de recursos.

En realidad, problemas complejos no tienen soluciones simples y la congestión vehicular en Bogotá es el resultado de múltiples factores y no solo del precio de la gasolina. Más aún, aumentar los impuestos a la gasolina es, una vez más, privilegiar los impuestos indirectos sobre los directos sin consideración sobre la inequidad que implica; grave en Bogotá.

* Ph.D. Profesor titular, Pontificia Universidad Javeriana, Departamento de Economía.

 

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