Macrolingotes

Congreso sí, constituyente no

Óscar Alarcón
13 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.

Colombia es un país descuadernado desde hace más de 200 años. Es decir, sus hojas sueltas nacen desde la Independencia, desde la llamada Patria Boba. Y cada vez que se plantea el tema, por razones coyunturales, se habla de convocar una constituyente. Ahora mismo, cuando estamos en vísperas de renovar el Congreso, no faltan quienes la proponen. ¿Acaso llenó las expectativas la de 1991, que se eligió con una de las votaciones más pobres de nuestra vida democrática, con tan sólo 26 % de participación?

Esa constituyente se convocó gracias a una Corte Suprema de Justicia en donde tuvo participación muy importante el magistrado Fabio Morón Díaz, quien, contrario a una leyenda falsa, siempre fue partidario de su convocatoria, criterio, discutible pero respetable, que defendió en la Sala Constitucional y en la plenaria de esa corporación. No lo modificó y lo defendió como ponente.

Gracias al fallo de constitucionalidad se convocó la constituyente con base en una interpretación del artículo 121 de la Carta, de ingrata recordación, porque acababa con uno y terminaba con uno. No fue —otra leyenda falsa— por la llamada séptima papeleta, que jamás se contabilizó.

Nadie discute los avances logrados con la Constitución de 1991, pero durante su vigencia se han observado muchas de sus fallas, algunas resueltas con 26 reformas. Luego, ¿dónde está la ventaja de convocar una constituyente para encuadernar el país? Por el Congreso se hicieron grandes reformas constitucionales, como las de 1910, 1935, 1945 y 1968. Por eso ahora, cuando vamos a renovar las Cámaras, más que pensar en constituyente lo que hay que elegir son buenos parlamentarios.

Un buen Congreso es lo que se necesita como buen reconstituyente.

 

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