Notas al vuelo

Contagio… de pánico

Gonzalo Silva Rivas
11 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.

Los microorganismos parásitos, como los virus, hoy en día se desplazan con inusitada rapidez por el mundo y en ese proceso de expansión los viajeros se han convertido en transmisores de primera mano. Es el caso del coronavirus, brote infeccioso que, aunque por ahora presenta baja tasa de letalidad, tiene con los pelos de punta al planeta e impacta seriamente al turismo, con consecuencias que prevén ser más graves que las producidas por la epidemia del SARS, aquella que durante cinco largos meses, en 2003, le provocó duro golpe económico a la industria y le ocasionó, solo al transporte de la aviación, la caída de 9.4 millones de viajeros y pérdidas cercanas a los US$50 mil millones.

Los cálculos sobre los estragos son imprevisibles, pero se esbozan cifras que reflejan la realidad del problema. Tras evaluaciones preliminares, a 20 de febrero -cuando la enfermedad apenas daba sus primeros saltos más allá de las fronteras chinas-, la IATA cuantificaba pérdidas en el servicio aéreo por US$30 mil millones, en tanto que la OACI vaticinaba para el primer trimestre una reducción del 41% en las proyecciones de las aerolíneas sobre la capacidad de pasajeros.

Predecir cuál será el desarrollo de la situación y cuánto tiempo perdurará, no es asunto fácil, pero lo cierto es que la alarma sanitaria mundial oscurece el horizonte por el que se mueve el sector. Ciudades aisladas, poblaciones en cuarentena, viajeros confinados, atractivos turísticos y parques temáticos cerrados, cruceros y vuelos restringidos y reservas hoteleras canceladas, configura una suma de factores que castiga la economía turística, sin contar el largo lastre de afectaciones para sus respectivas cadenas de servicios.

Desde su reciente aparición, a la fecha, un centenar de aerolíneas ha cancelado sus vuelos internacionales con origen y destino a China continental -epicentro del virus, y donde las operaciones aéreas locales siguen limitadas- y en ciertos aeropuertos se incluyen restricciones para aviones provenientes de otros países, como los que parten de Italia, donde la epidemia cobra la vida de casi 200 víctimas y la pérdida de 35 millones de turistas.

La caída de la demanda desplomó la bolsa y llevó a grandes compañías a reducir rutas internacionales y a aplicar medidas de ahorro, como reducción de gastos administrativos y congelación de contratos, salarios y ascensos. United Airlines, tan cercana ahora a los intereses Avianca, recortó el 20% de sus vuelos internacionales y el diez por ciento de los domésticos y, de paso, está ofreciendo retiros voluntarios sin indemnización -igual a lo anunciado por otras aerolíneas-, en respuesta a su crisis comercial.

China, el país que impulsaba la demanda aérea en el mundo, con una industria turística que representaba el 11% del PIB, sufre una reducción del 80% de sus vuelos y de su capacidad de ocupación. En 2003, la época del SARS, cuando el gigante asiático carecía del peso específico que hoy tiene en el escenario internacional, reseñaba el ingreso de 30 millones de turistas y el egreso de 17 millones. El año pasado recibía 142 millones y exportaba 134 millones. Ha sido la parálisis china la que ha marcado el punto de quiebre para la industria, con efectos adversos en el mercado global. La desaparición de los turistas chinos sumió a algunos países asiáticos en profunda crisis y despojó de una importante fuente de ingresos a varios destinos europeos.

La situación de los cruceros trasatlánticos no es para menos inquietante. Compañías como Royal Caribbean, Costa Cruceros o MSC Cruceros anularon salidas previstas desde diferentes puertos, principalmente chinos, agravándole el malestar a la industria, ya que Asia es el tercer mercado en volumen, detrás de Estados Unidos y Europa, con 4,24 millones de pasajeros en 2018. Panoramas calcados los padece la hotelería global, en la que se han desatado cascadas de cancelaciones, y atractivos turísticos que, siendo tradicionalmente concurridos, actualmente lucen desolados.

La industria turística, sensible a las adversidades, pero resiliente ante las oportunidades, está convulsionada, porque en un mundo empequeñecido, en el que la interrelacion afecta a todas las naciones e individuos del planeta, el transporte aéreo y marítimo está en posición de jaque por la rápida dispersióndel covid-19. Será, sin duda, un año difícil, con una inesperada alerta como fue la cancelación de la Feria Internacional de Turismo de Berlín. Ajustar cargas y recuperar pérdidas a mediano plazo implicará asumir decisiones novedosas y entre ellas podría estar la rebaja temporal de boletos aéreos y marítimos y de servicios turísticos y hoteleros.

En Colombia, donde el costo del dólar se convierte en poderoso obstáculo para viajar al exterior, la promoción del turismo doméstico podría precaver los contratiempos al sector. La confirmación en el país de los primeros tres casos de la enfermedad no debería ser motivo de alarma, como lo reiteran los gremios de la industria y la prevención está en asumir medidas generales de higiene.

El brote actual de covid-19, tal como la epidemia del SARS, nos advierten que los gérmenes viajan más rápido por avión o por crucero e, independiente de su nivel de gravedad, son riesgo diario para turistas y pasajeros durante los desplazamientos masivos. Maximizar los protocolos sanitarios, portuarios y aeroportuarios, es una responsabilidad para rastrear a quienes vienen con ellos, y bien hace el Gobierno en tranquilizar a la población, para evitar un -mucho más peligroso- contagio… de pánico.

Posdata: “El 90% de los efectos negativos de la crisis del coronavirus en el turismo no será del contagio epidemiológico del virus, sino de las decisiones derivadas del pánico: Gloria Guevara, presidenta del Consejo Mundial del Viaje y el Turismo (WTTC en sus siglas en inglés).

gsilvarivas@gmail.com

@Gsilvar5

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