Coraje y dignidad de Michelle Obama

Cartas de los lectores
21 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.

Hace ya más de diez años que Michelle Obama irrumpió en su país, los Estados Unidos, y naturalmente en el plano internacional, cuando su esposo decidió aspirar y luego ganar la Presidencia. Desde entonces ella no pasó desapercibida para nadie; es posible mirarla y admirarla en cualquier ángulo y se observa con claridad la diferencia que ha marcado como primera dama, tanto con sus antecesoras como con su sucesora. Inteligente, preparada, elegante, glamorosa y con una belleza que le hace honor a su raza. Nada que envidiar a cualquier princesa de la realeza europea o asiática.

Con motivo del lanzamiento de su libro Mi historia, El Espectador en su edición dominical (18/11/18) publica uno de los capítulos donde deja ver su lado más natural como persona, para expresar su posición frente al mundo y la vida. Ella, que conoció el poder por dentro y por fuera, tiene todos los elementos de juicio para manifestar con contundencia: “No tengo intención de presentarme a un cargo público, nunca”. Cualquiera podría pensar que con su fama, con la experiencia adquirida por sus viajes por todo el planeta, el contar con un compañero de la talla de Barack Obama, la facilidad para llegar a la gente, etc., tendría todo en bandeja de plata para aspirar a cualquier cargo de elección, incluida la Presidencia. Sin embargo, ha decidido que hay otras prioridades en su vida.

Pero centrémonos en lo fundamental. Me conmueve lo que ella observó desde el primer minuto de la presidencia de Donald Trump, cuando pudo constatar que la diversidad que había distinguido las dos investiduras de su esposo brillaba por su ausencia y en su lugar, según sus propias palabras, se respiraba lo que parecía “una uniformidad desalentadora, el tipo de ambiente predominantemente blanco y masculino con el que me había encontrado tantas veces en la vida”. Considero que tuvo mucho olfato para saber lo que sería la naciente administración, llena de contradicciones, miedo y horror… y no se equivocó. Resalta cómo mantuvo la humildad que aprendió desde su casa y que nunca ha dejado de aplicar a lo largo de su maravillosa vida.

Este libro deberían leerlo los cónyuges de todos los políticos colombianos. Aquí se aprovecha una muerte, un encarcelamiento, una desaparición para dizque enarbolar las banderas de yo no sé qué o quién. Como dice un mensaje televisivo: lean, lean, lean. Y de la experiencia de Michelle Obama seguramente aprenderán mucho. Ojalá llegue pronto el libro.

Ana María Córdoba Barahona, Pasto.

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