Coronavirus muestra indisciplina social y desigualdad educativa

Daniel Mera Villamizar
23 de marzo de 2020 - 04:00 a. m.

Las brechas en textos escolares, conectividad y uso de TIC están haciendo toda la diferencia.

En la lista de cuestiones que va dejando la pandemia hay que poner arriba cómo puede la educación mejorar la disciplina social. Es algo más profundo que la cultura ciudadana. Se trata del ADN cultural que informa la autorregulación y la regulación del comportamiento en sociedad. No está claro si hemos sido más indisciplinados que otras sociedades de cultura latina, como España o Italia, pero sí menos disciplinados que los asiáticos.

Tal vez ahora, con la evidencia de lo que puede costar en vidas y salud la indisciplina social, podamos dar una discusión más desprevenida al respecto. Hasta ahora, cuando se dice que una de las formas en que la educación debe servir a la productividad es promoviendo el comportamiento ajustado a normas, ética y valores, saltan los argumentos de estirpe foucaultiana y del espíritu de resistencia y se desestima la idea de intervenir lo que está pasando con disciplina y convivencia en las instituciones educativas, claramente una desgracia.

Quiera Dios que noten que esos países más disciplinados ante una pandemia tienen también más productividad y bienestar, y que deberíamos tomarnos más concienzudamente la responsabilidad de la educación con la cultura y el carácter o proyecto de la nación. Hasta que se mencione la necesidad del currículo nacional y se desordene la conversación.

Dicho eso, el coronavirus puso de presente dos desigualdades o brechas en la educación básica y media, menos comentadas que su impacto en la educación superior. Mientras los niños de los estratos privilegiados se quedaron en sus casas siguiendo los libros de texto y conectados con sus profesores por plataformas digitales, el resto no. Ni textos escolares, ni computador, ni conectividad, ni docentes en línea. Una gran mayoría de estudiantes está viviendo esta situación de una brecha de contenidos y una brecha digital.

Se supone que los docentes oficiales están haciendo las guías de trabajo para los estudiantes en casa. De las inequidades educativas que muestra el coronavirus, esta es tal vez la que más está en poder del sistema educativo: se llama política nacional de textos escolares. Los niños han debido irse para sus casas con los libros de texto de todas las materias, todos, sin excusas para no hacer nada. Por televisión nacional y regional se les podrían dar las clases si hubiera libros guía en sus manos, y quizá sin ellos si la situación se alarga.

Y los docentes, dependiendo de la conectividad, en vez de estar “haciendo guías de trabajo”, cuya calidad, reproducción y distribución a los estudiantes son una incógnita, deberían estar capacitados en herramientas y competencias digitales para asistir a sus estudiantes en línea. La realidad, como sabemos, es otra, ni se diga en el sector rural.

Lo que tenemos hoy son textos para pocas materias (Español y Matemáticas, básicamente), para pocos estudiantes y grados (Todos a Aprender, principalmente), que llegan tarde en muchos casos. Instituciones educativas que luchan con los municipios para que les paguen internet unos meses del año, con computadores envejecidos sin uso, es decir, colegios y docentes poco preparados para extender de modo digital su servicio a los alumnos en sus domicilios. Cuántos de los 500.000 Computadores y tabletas para Educar serán llevados de los colegios a las casas de los estudiantes será un dato interesante.

La conectividad de los hogares escapa al sistema educativo, pero el rezago en competencias digitales de las instituciones educativas y docentes no. Y algo se puede hacer frente a eso. Parafraseando a un excelente coordinador de un buen colegio de Buenaventura, la Normal Juan Ladrilleros, el coronavirus nos hizo ver que nuestra educación todavía no está bien instalada en el siglo XXI.

Y pensar que algunos creen que ya no habrá oportunidad porque esto es el final de los tiempos.

@DanielMeraV

 

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