Crecimiento frágil

Eduardo Sarmiento
26 de enero de 2020 - 02:00 a. m.

El año terminó por debajo de las expectativas. La economía crecerá cerca del 3 % y con una disminución del empleo con tendencia a decaer. La proyección oficial de hace dos años, de alcanzar tasas de crecimiento del 4 %, no se materializó. La economía enfrenta serias deficiencias del sector externo que impiden el crecimiento y contraen el empleo. La solución se busca impulsando la demanda con reducción de impuestos.

Lo anterior se ilustra con la información sectorial casi completa de 2019. Las mercancías representadas por la industria, la agricultura, la minería y la construcción crecen por debajo del 1 %. El crecimiento del producto nacional del 3 % se explica por la expansión de los servicios del 5 %.

La razón la dimos en forma reiterada en los últimos cinco años. La estructura del comercio internacional inducida por la especialización en los recursos naturales y el sistema monetario mundial y la política comercial internacional bajaron la competitividad nacional. Las exportaciones no han tenido ningún avance en los últimos 10 años, en noviembre cayeron 14 %. Por lo demás, la demanda de bienes transables se adquiere en la mayor parte en el exterior. No hay demanda para la industria, la agricultura y el empleo. El déficit en cuenta corriente registrado asciende a 4,5 % del PIB, y bien puede llegar a 5,5 % si se adicionan las importaciones de contrabando.

La verdad es que la estrategia de reactivación busca eludir la deficiencia estructural de la balanza de pagos con el supuesto contable de que el crecimiento del consumo más la inversión supera en dos puntos porcentuales el producto nacional. El artificio, aunque puede presentarse en un momento dado, no es sostenible en el mediano plazo. De seguro, ambos índices tenderán a decaer e igualarse. Por simple aritmética, el crecimiento del producto tiende a colocarse cerca del 3 %.

Lo más preocupante es que la estrategia de reactivación propicia una estructura sectorial en favor de los servicios no transables, que una vez iniciada no es difícil rectificar. En las teorías formales no se ha avanzado suficiente para precisar la influencia de la composición sectorial, en particular de la industria, sobre el crecimiento económico. Sin embargo, la evidencia empírica del último siglo revela un comportamiento muy distinto de la industria y los servicios.

Los precios de los servicios tienden a crecer más que los de las mercancías. La industria tiene mayor potencial de expansión porque es menos elástica a los precios y tiene más incremento en la productividad. La expansión de la demanda orientada hacia la industria, y en general a los bienes transables, tiene una mayor incidencia sobre la producción, menor sobre los precios y mayor sobre los salarios. Por eso, Colombia alcanzó el mayor crecimiento del producto y el mayor avance en la participación del trabajo en el producto nacional en el período 1967-1991, cuando se dio el mayor auge industrial de la historia. Aún más diciente, la industria emerge en la actualidad como uno de los medios de planificación más efectivos para conciliar la equidad con el progreso.

La solución a la deficiencia estructural del sector externo no es bajar los impuestos y cambiar la composición sectorial hacia los servicios. El dispositivo no es sostenible y tiene serias repercusiones sobre el crecimiento económico a largo plazo y la distribución del ingreso. Lo que se plantea es fortalecer la protección externa y la competitividad de la industria con un nuevo modelo de políticas comerciales, cambiarias, monetarias e industriales.

 

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