Cuando el humor se acaba

Lorenzo Madrigal
17 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

El humor no termina nunca (como el amor en San Pablo, Corint., 1), solamente desaparece por ratos, se esconde como el sol en días grises. Allí queda en el sustrato de todo, es ventana de las penas, de los agobios, del cansancio y del tedio. Dos personas amigas se encuentran y ocurre que primero, aun antes del abrazo, está la sonrisa, a veces el chiste improvisado, el chascarrillo o lo que esto sea. No es sino mirar seres humanos conversando, y están riendo.

Claro que el concepto del humor va más allá de la risa y aun del chiste. Pero me refiero a la alegría que se expresa en el rostro, que disipa los odios, la mala crianza, el recelo.

Voy a enumerar, como lo hace un parientico mío, columnista él, o como Lucho Garzón en sus discursos, algunas de las causas que hoy en día entorpecen el buen humor constructivo:

1)El mal dormir, el mal comer, el mal digerir… ¿el mal amor?

2)El engaño y la mentira, que difícilmente toleramos, una vez descubiertos.

3)El fanatismo religioso (memento Charlie Hebdo) o el temor a lo sagrado; reconozco que la Iglesia Católica, a diferencia de otras religiones, tiene un largo brazo permisivo en materia de humor. A mí me extraña que en los Evangelios no se encuentren más notas de humor, aunque Jesucristo debió tenerlo en buena medida. “Al César lo que es del César ” y darle vuelta a la moneda no es suficiente muestra, pero me temo que fueron sus relatores los que carecían del derecho a reírse sin hacer daño. “Haced las cosas que os dijeren, pero no obréis conforme a sus actos “, dicho de los sumos sacerdotes del templo, no deja de tener un sustrato irónico, cercano al humorismo.

4)El fanatismo político, que va acompañado del culto a la personalidad, caso reciente de la absolución a Donald Trump en Estados Unidos.

5)Las comparaciones, parodias y dibujos insultantes, con trazas de ser risibles. Figurar a alguien como cerdo, perro o rata es contradecir el humor y apelar a su antípoda, el odio. Me parece, sin embargo, que un excelente trabajo de arte, aun en este campo zoomorfista, podría ennoblecer la intención.

6)La vejez, el decaimiento, la proximidad de la muerte, todo ello hace retirar el humor de nuestras sienes. Los químicos y sus efectos cerebrales, el olor a cloroformo, las batas blancas de médicos y enfermeras, no permiten el menor gesto de risa (ellos sí ríen en sus cubículos); mucho menos la cuenta, que es la peor bacteria hospitalaria. Al difunto sólo le queda la sonrisa sardónica que le quiera poner el maquillador de cadáveres.

En fin, son muchos los factores, tantos que Lucho Garzón se cansaría de enumerarlos. Si toleráramos al enemigo, al que nos ha ganado y a quien corresponde ahora el turno y tomáramos nuestro propio empecinamiento en su contra con humor, bueno, con algo de humor, sería una contribución a la paz.

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