Cuando hablamos de minería, temblamos

Columnista invitado EE
27 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

Por María I. Vélez*

Colombia entera tiembla. Bueno, casi toda Colombia, especialmente la región de los Andes. Y tiembla porque estamos en un país sísmicamente activo, resultado de estar sentado sobre la placa tectónica de Suramérica, frente a la zona de su convergencia con la placa de Nazca que subyace al Pacífico colombiano. Esto nos vuelve más “temblorosos” y a la vez más ricos en diversos metales que las mineras internacionales codician. Muchos colombianos temblamos también ante las alianzas antiecológicas entre mineras y políticos de partidos tradicionales que en general han sido déspotas con el medio ambiente. Pero en las elecciones del pasado octubre en las ciudades principales de Colombia hubo un revolcón que sacudió al país de manera diferente: políticos independientes con conciencia ambiental les ganaron a los candidatos de partidos tradicionales. Así que con el optimismo de que soplan vientos mejores, es importante aportar ahora información técnico-científica, basada en evidencias geológicas, que sirva para nutrir a los interesados y a los afectados por la minería en la zona de Jericó (Antioquia), donde la multinacional AngloGold Ashanti está en trámites para solicitar una licencia a la ANLA para empezar las operaciones del proyecto de minería de cobre Quebradona.

Esto, a pesar de que la región tiembla. Veamos las evidencias.

De acuerdo con el mapa de amenaza sísmica, el proyecto minero está en zona roja, es decir, de amenaza alta. Entre 1995 y 2018, el sismógrafo más cercano, en Ciudad Bolívar, ha registrado dos sismos de magnitud mayor a 4 en la escala de Richter y cuatro sismos de magnitud 3, todos ellos con puntos de origen someros, a menos de 20 km de profundidad de la superficie. Los sismos someros son los peores, pues sus ondas se propagan más fácilmente, contrario a sismos profundos cuyas ondas se alcanzan a disipar entre las muchas capas de rocas que existen entre el origen y la superficie. En Jericó mismo se han registrado cuatro sismos: uno en 1998 de baja magnitud, 2.2, y tres entre 1.1 y 1.5. Es curioso que estos ocurrieron entre 2014 y 2015, cuando ya el proyecto había realizado varias excavaciones. Así que hay movimiento.

Las fallas geológicas son una segunda fuente de evidencia de vulnerabilidad a los temblores. En Jericó hay tres y por el canal del río Cauca pasa otra. Estas fallas pueden estar inactivas, pero esto no quiere decir que sean inofensivas, pues la debilidad de la roca ya está ahí. Una tercera fuente de evidencia de temblores son las terrazas fluviales de Sucre y Olaya, aguas abajo, donde los sedimentos deformados sugieren una historia de sismos fuertes, de magnitud 6 y 7. Debajo de estos sedimentos hay capas mucho más antiguas que están casi verticales, producto de un gran movimiento. Finalmente, los geólogos han encontrado en la margen oriental del río abundantes cicatrices de deslizamientos de gran y pequeña escala.

Las evidencias geológicas de sismicidad son contundentes. Hasta ahora, AngloGold Ashanti no ha mencionado este riesgo, ni en las cartillas de socialización ni en los publirreportajes, así que no sabemos cómo va a hacer para mitigar las consecuencias de un terremoto que, como la historia geológica lo indica, puede llegar a ser de gran magnitud. Seguimos entonces temblando ante la probabilidad de catástrofes, sea de mineros enterrados en vida, de represas rotas o de ríos tan contaminados que no puedan sostener pez o economía alguna. ¡Que conste!

* Profesora asociada al Departamento de Geología, Universidad de Regina.

 

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