Publicidad

Cuando la razón no importa: y el conocimiento, ¿para qué?

Luis Carvajal Basto
21 de septiembre de 2020 - 05:00 a. m.

La historia de la humanidad es una constante de hechos y decisiones irracionales alternando con periodos de notorios avances y progreso, pero en esta época, la que nos ha correspondido vivir, las diferencias se notan mucho más pese a que tenemos el conocimiento disponible para reducir los yerros, vivir mejor y encontrar mayor felicidad. A cambio de ello, ahora que hacemos uso intensivo de algoritmos en la era de la inteligencia artificial, los efectos de la sinrazón se multiplican. ¿Pueden venir tiempos difíciles? La noticia es que llegaron y estamos viviendo uno de ellos.

Una mirada al mundo y a nuestro país en tiempo real en la pandemia, dejando de lado emociones y pasión, para no hablar de preferencias políticas, arroja resultados inesperados. Pasa, para referirnos a algunas áreas, con la salud pública, la política y la economía, al presentar hechos difíciles de comprender que, en una línea de pensamiento lógico, comparados con lo que podríamos lograr como seres humanos, son inconcebibles.

En momentos en que el mundo clama por una vacuna a punto de producirse, hemos sido notificados de que, superada la etapa de diseño y pruebas científicas, el problema en 2021 estará en su distribución, en la logística. Un activo filántropo digno de credibilidad, en lo que se ha convertido Bill Gates, siempre bien informado, anticipó la semana anterior, luego de observar un estudio de Northeastern University, que si la vacuna se distribuye tan pronto esté disponible entre la población más necesitada o susceptible de enfermar y no entre los países que la han financiado o logrado pagar, el número de víctimas fatales se reduciría a la mitad. Tiene toda razón y la ciencia disponible lo respalda, pero en el mundo real ello no sucederá.

Algo parecido ocurre con las perspectivas de la economía mundial. El Deutsche Bank, también muy bien informado, ha pronosticado un retorno al proteccionismo y confirmado profundos cambios hacia un nuevo “desorden mundial” caracterizado por incremento de la guerra comercial, el fin de la globalización y aumento (¡!) de la desigualdad (ver aquí). Este oscuro panorama se vislumbra cuando disponemos de las mejores herramientas en la historia para optimizar las cadenas productivas y asignar de forma óptima los recursos del mundo, contando con instrumentos tan sofisticados como los que proporciona el conocimiento sobre las necesidades del consumidor, potenciadas por las matemáticas y lo que llamamos ahora economía del comportamiento.

En términos políticos la cosa no podría ir peor: el momento de mayor necesidad de cohesión en las políticas públicas del mundo para enfrentar la pandemia y sus efectos ha sido “escogido” por las dos mayores potencias, Estados Unidos y China, para desarrollar su guerra comercial y, uno de ellos, vetar a la Organización Mundial de la Salud, las decisiones de la Organización Mundial de Comercio y negar las evidencias científicas sobre cambio climático, renunciando al Acuerdo de París, mientras incendios y calentamiento global se multiplican por sus efectos. ¿Tiene algún sentido?

En este escenario absurdo y surreal, Colombia no podía ser excepción: a algunos compatriotas les ha dado por apostar a la confrontación y promover en la práctica la desestabilización. ¿Pensarán que triunfaremos sobre la pandemia y sus efectos atizando la polarización? ¿Será que no logran percibir la situación en que nos encontramos y la más lamentable a la que podríamos llegar? Lo mínimo que podemos esperar de nuestro liderazgo y autoridades, nacionales y locales, es un poco de razón, cohesión y uniformidad en los gestos, presupuestos y acciones políticas que merecen ser, como nunca antes, consensuadas.

Parodiando al maestro Darío Echandía —a quien en buena hora hemos realizado un mínimo reconocimiento al “bautizar” con su nombre el túnel de La Línea—, luego de ver lo que ocurre y en un momento de debilidad y pesimismo podemos decir: ¿el poder —y el conocimiento—, para qué?

@herejesyluis

Temas recomendados:

 

Atenas(06773)21 de septiembre de 2020 - 03:32 p. m.
En efecto, el Síndrome de Caín es y será nuestra impronta . El tortuoso camino de la especie en procura del desarrollo encuentra ahora fatal escollo, el proteccionismo y nacionalismo concomitante será el escudo protector de las grandes naciones y a estas pequeñas q' se las coma el tigre, igual somos presa de feroz canibalismo. "A uno, con la ayuda de mi dios, se lo lleva el pu...", decía un amigo
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar