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Cuando las mujeres meten los goles

Mauricio Albarracín
17 de junio de 2015 - 04:11 a. m.

Mientras Colombia perdía 1-0 contra Venezuela, Colombia ganaba 2-0 contra Francia.

La derrota importó mucho. El triunfo importó poco. La razón es que el equipo que perdió está conformado por hombres, y el que ganó por mujeres. Los hombres en el fútbol tienen privilegios, medios, salarios, patrocinios y mucho reconocimiento social. Como cuenta la jugadora Yoreli Rincón a Los informantes, el equipo de fútbol de mujeres tiene una precariedad inmensa: les pagan el 1% de lo que ganan en la selección de hombres, deben hacer esfuerzos titánicos para entrenar y jugar en torneos nacionales e internacionales, y son discriminadas por sus familias y en sus trabajos. Mientras el fútbol que juegan los hombres despierta pasión e interés nacional, el de las mujeres es invisible y está condenado al olvido.

La historia del fútbol también tiene una historia de la exclusión de muchos grupos sociales. De hecho, durante la Primera Guerra Mundial y en los años posteriores, el fútbol jugado por mujeres alcanzó una alta popularidad en Inglaterra con 150 equipos. En 1920, 53 000 personas llenaron el estadio en Goodison Park en Liverpool para ver un partido de fútbol entre mujeres. Un año después, en diciembre de 1921, la asociación de fútbol de Inglaterra prohibió el fútbol de mujeres por más de 50 años por considerarlo inapropiado.

Pero esto no es asunto del pasado. El cuestionado Joseph Blatter dijo en 2004: “Dejemos a las mujeres jugar en ropa más femenina como la que usan en voleibol. Por ejemplo, podrían jugar en shorts más ajustados. Las jugadoras son bonitas”. Esta discriminación no sólo se expresa en palabras. En el actual mundial de fútbol en Canadá, los equipos de mujeres deben jugar en canchas sintéticas por decisión de la FIFA y la asociación canadiense de fútbol. Varias jugadoras de países como Australia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Francia, Japón, México, Nueva Zelanda, Corea del Sur y España, demandaron ante el Tribunal de Derechos Humanos de Ontario la discriminación de género y los daños adicionales como trauma encefálico, quemaduras y esguinces de tobillos que causan jugar en este tipo de canchas.

El fútbol es nuestro deporte nacional: une enemigos, congrega masas y despierta el nacionalismo, incluso entre los más escépticos. Pero también es un espejo social de nuestros valores, emociones y esperanzas. Hoy a las 3 de la tarde juega el equipo de mujeres que clasificó a los octavos de final del mundial y no podremos verlo por la televisión nacional. A las 6 juegan los hombres en un torneo regional con el máximo despliegue posible en nuestros televisores. Cuando las mujeres meten los goles, nos demuestran la hipocresía nacional que piensa, junto con Blatter o los ingleses de los años veinte, que las mujeres son adornos y que sus vidas como jugadoras no merecen ser apoyadas, representadas y, ni siquiera, celebradas.  

 

@malbarracin

 

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