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Cuando los músicos eran sirvientes

Manuel Drezner
06 de noviembre de 2020 - 02:00 a. m.

En sus orígenes la profesión de músico y la de artista callejero se confundieron en una sola. Los trovadores que iban de pueblo en pueblo entreteniendo y divulgando noticias fueron profesionales y se consideran los primeros creadores de música.

Pero poco a poco los compositores se fueron educando más y ya en el Renacimiento la práctica musical comenzó a dividirse entre lo que hoy se llamaría música popular, la de las tabernas y las calles y la música erudita, donde los artistas eran sirvientes de los nobles o de la Iglesia.

Para los primeros, componían música para acompañar las fastuosas cenas o entretener en los bailes y representaciones teatrales de las cortes. Para la religión, creaban misas y música que elevaran el espíritu durante los servicios, pero en ambos casos dependían de sus patrones para el diario sustento.

Cada músico buscaba ser empleado por nobles influyentes y de recursos, por esto estaba condenado a ser considerado no un artista, sino un servidor de baja categoría, muchas veces por debajo de cocineros y mayordomos. El resultado era que muchos grandes compositores se sometieran a esa servidumbre, que muchas veces limitaba su libertad creativa, en gracia a la seguridad que lograban.

Se recuerda que en una ocasión Bach quiso cambiar de patrón, pero fue encarcelado para que no se fuera. Cuando Haydn fue contratado por los nobles Esterházy, su contrato le obligaba a “vestir como toca a un honesto sirviente, a servir como ejemplo a sus músicos subordinados y evitar demasiada familiaridad para no perder el respeto”.

Fuera de eso tenía que vestir librea y medias blancas limpias. Uno de los primeros en ser liberados de esa esclavitud fue Mozart, quien, después de sus inicios como niño prodigio, fue por un tiempo sirviente del arzobispo de Salzburgo, quien lo humillaba en forma continua.

Mozart se aburrió, se declaró independiente y fue a Viena para tratar de vivir como músico profesional independiente. Eso abrió el camino a la independencia de los compositores, quienes desde entonces vivieron de sus creaciones que complementaban como intérpretes de sus obras. Ya en tiempos de Beethoven, este podía darse el lujo de tratar de igual a igual a los nobles, que se inmortalizaron gracias a las obras que le encargaron.

La otra cara de la moneda, como se vive en nuestros días, es que son pocos los músicos que pueden vivir de su música y deben complementar sus ingresos con la enseñanza y otras actividades; pero al menos dejaron de ser sirvientes de librea y medias blancas, de categoría menor a la de los cocineros.

 

Atenas(06773)06 de noviembre de 2020 - 05:16 p. m.
Cuánto celebro el estilo directo, ameno y profundo de estas atinadas columnas del Señor Drezner.
Ramón(23861)06 de noviembre de 2020 - 02:41 p. m.
Nunca serán suficientes las ocasiones de recordar a las nuevas generaciones los escalones superados por la humanidad y su organización social, ¡bien dicho Don Manuel! ... Y así mismo que nunca nada está ganado del todo: todos los días hay que ganarse el pan, la libertad y el ánimo encumbrado que conserva y construye
  • Duncan Darn(84992)06 de noviembre de 2020 - 06:50 p. m.
    De acuerdo! Estoy de acuerdo con lo de la lucha diaria por ganarse el pan. Difícil para los músicos de academia, pero más para los informales. De estas valiosas categorías de luchadores excluyamos a los políticos.
-(-)06 de noviembre de 2020 - 02:40 p. m.
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