#CuartoDeSigloLey70

Jaime Arocha
27 de agosto de 2018 - 08:16 p. m.

Escribo desde Tumaco, expectante por la ceremonia que tendrá lugar hoy 27 de agosto en las playas de El Morro para conmemorar el primer cuarto de siglo de la sanción de la Ley 70 de 1993. Carlos Rosero del Proceso de Comunidades Negras convocó a Rudecindo Castro, Trífilo Viveros, Naka Mandinga, Hernán Cortés, Silvio Garcés y a mí, entre quienes fuimos miembros de la Comisión Especial de Comunidades Negras que le dio vida al Artículo 55 Transitorio de la Constitución de 1991. En la historia de este país, ese fue el primer instrumento legal que hizo palpable el compromiso de reparar a los pueblos de ascendencia africana por el ocultamiento y la negación de sus aspiraciones y derechos territoriales, sociales, políticos y educativos. Hemos reflexionado que el mayor logro de este período ha consistido en la titulación colectiva de seis millones de hectáreas a consejos comunitarios del Pacífico, el Caribe, la zona plana del norte del Cauca, y que estén en perspectiva otras regiones de las montañas andinas, la Orinoquia y la Amazonia donde —con el paso del tiempo— crece la conciencia de ser descendientes de la diáspora africana y, por lo tanto, objetos de ese racismo que hoy —gracias a la misma ley— se desenmascara con más ahínco y se combate mediante normas, pedagogía y ejemplo. Todo lo anterior, pese a la vergonzosa falta de voluntad política de los poderes legislativo y ejecutivo para reglamentar los artículos de esa ley en lo ateniente a la minería; uso de la tierra y protección de los recursos naturales y del ambiente; protección y desarrollo de los derechos y la identidad cultural, y planeación y fomento del desarrollo económico y social. Entre los retos que se nos presentan sobresale el de recuperar la memoria de estos 25 años, incluyendo los archivos oficiales, los de las organizaciones que han protagonizado esta transformación profunda, y de nosotros como partícipes del cambio. Ese arqueo cimentará los derroteros que debemos seguir.

Esta celebración comenzó ayer en Descolgadero, donde miembros del Consejo Comunitario de Bajo Mira y Frontera habían recibido a representantes de sus equivalentes de Raposo, Yurumaguí, islas del Rosario, Montes de María, Guajira y Repelón (Atlántico). Los anfitriones hicieron un ejercicio de ponderación: expusieron la trayectoria del consejo para que sus invitados la analizaran e insinuaran cómo mejorarla. Entre quienes exponían críticas y alternativas sobresalía la gente joven, en especial mujeres menores de 25 años quienes se forman en la universidad y toman una vocería de sus comunidades que sorprende por su claridad y firmeza. Las recomendaciones más comentadas incluían la creación de una escuela de liderazgo y el empoderamiento femenino, luego de haber identificado las tragedias que los unían, como la expansión violenta de la minería mecanizada y la agroindustria ya fuera de pastos, caña de azúcar, palma aceitera, teca, eucalipto o coca. De ahí también salieron propósitos compartidos como la defensa de las fuentes de agua, el fortalecimiento de prácticas ancestrales de producción agropecuaria, medicina, alimentación, cocina y espiritualidad, todo lo anterior enmarcado en el rechazo visceral a las economías ilícitas. Estas lideresas y líderes se despidieron comprometidos con “caminar la palabra para seguir la resistencia territorial”.

* Miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional.

 

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