Cucurrucucú paloma

Columnista invitado EE
03 de diciembre de 2018 - 01:13 a. m.

El ser humano atrevido y prepotente como es, que se cree dueño del mundo y de lo que hay en él, cuando quiere denigrar de otro de su especie tiende a asimilarlo o a llamarlo por el nombre de otro ser vivo. Es así como si alguien hace el ridículo, se dice que está haciendo el oso; si va a un paseo al que no ha sido invitado, es un pato; si es muy feo, es el coco; si es infiel, es un perro; si está enfermo por borracho, tiene guayabo; si es bruto, es un cabeza de chorlito; si es cobarde es una gallina; si es conchudo o fresco, es como una lechuga; si es un traidor, es un gusano; si no se baña, es una mofeta; si duerme mucho, es una foca; si no entiende, es un burro; si es aburrido, es una ostra; si es terco, es una mula; si es “voltiarepas”, es un lentejo; si hace trampa al hacer la ley, le colgó un mico; si lo engañan, es un cornudo. Y ni qué decir cuando se trata de ofender a las humanas.

Es por eso que en ejercicio de esa prepotencia dicta normas para poner orden a lo que él mismo ha desordenado, o, lo más grave, para hacerse dueño de lo que no es de él, olvidando que hay unas leyes que no puede derogar, ni declarar inexequibles, como son las de la naturaleza. Algunas de esas disposiciones están en el Código Civil y hablan de la propiedad sobre los animales. Una de ellas, el artículo 697, regula el tema de las palomas, precisando quién es el dueño de las mismas y cuándo ellas se entienden “ocupadas”. No obstante y volviendo al tema de las leyes de natura, esa norma constituye, hoy en día, un verdadero hazmerreír frente a lo que ocurre con los edificios y lugares públicos de las ciudades.

Si un desprevenido caminante llega a la Plaza de Bolívar, lejos de ponerse a pensar si ese espacio es un bien de “la unión” y dentro de ellos, si es un bien de uso público o un bien fiscal, lo que nota es que es un palomar gigante. Las que viven allí, las que comen allí, las que procrean allí, las que hacen popó allí ¡son las palomas! O sea, en términos jurídicos, así carezcan de título, son ellas las que ejercen la posesión. Y si lo tuvieran, les importa un pepino (¿o será un maíz?), saber si es justo o no, o si actúan de buena fe.

Por eso si una paloma lee el artículo de marras, muy seguramente dirá: “mucho humanón el que escribió esto”.

*Axel Germán Navas, Magistrado Auxiliar del Consejo Superior de la Judicatura.

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