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Cuentos chinos

Alvaro Forero Tascón
28 de febrero de 2011 - 03:00 a. m.

EN EL LIBRO BASTA DE HISTORIAS, ANdrés Oppenheimer plantea un revelador diagnóstico de América Latina: los países asiáticos "nos están pasando como aviones" porque invirtieron en educación y están recogiendo los frutos en innovación, ciencia y tecnología, que son el motor del crecimiento en la nueva economía.

Los asiáticos tienen lo que Oppenheimer denomina “obsesión constructiva”, mientras los latinoamericanos somos triunfalistas y complacientes. Tienen “visión periférica”, nosotros nos miramos el ombligo. Tienen humildad para reconocer sus problemas, nosotros soberbia. Están obsesionados con el futuro, nosotros con el pasado. Ellos son pragmáticos, nosotros dogmáticos.

Oppenheimer ilustra sus tesis con ejemplos simples, como que Corea era un país menos desarrollado que Colombia hace menos de 40 años y hoy tiene un ingreso per cápita tres veces superior. Y que de una camisa vendida en Estados Unidos, producida íntegramente en Perú, este país se queda con el 3% mientras los empresarios norteamericanos que la diseñan y mercadean conservan el 97% del precio, porque hacen parte de la economía del conocimiento mientras el productor peruano pertenece aún a la Revolución Industrial.

El mayor aporte de Oppenheimer está en mostrar que la falta de atención a la educación es parte de un problema mayor: el de la insularidad provinciana, que no permite que seamos conscientes del problema. Ni siquiera en nuestro propio entorno. En Colombia no parecemos conscientes de que Chile nos pasó como avión y que Perú nos está tomando ventaja creciendo a tasas sostenidas superiores a las nuestras. Durante el boom económico mundial de la década pasada comparábamos nuestras tasas de crecimiento con las de gobiernos anteriores, en lugar de hacerlo con Panamá, Perú, Chile, que crecían a ritmos superiores. Llevamos años creyéndonos un milagro económico y de seguridad, cuando seguimos siendo el país más violento, y tenemos las tasas de desempleo, de informalidad y de desigualdad más altas del continente (después de Haití). La mayoría de latinoamericanos (más del 70%) están satisfechos con su educación pública, a pesar de que nuestros países son coleros en los rankings internacionales sobre calidad de la educación.

Las reflexiones punzantes de Oppenheimer deben generar preguntas como: ¿A qué hora el modelo económico colombiano retrocedió, quedando las exportaciones no tradicionales reducidas al 7%, mientras las no renovables (minería e hidrocarburos) representan dos tercios del total? ¿A qué hora Colombia perdió el ritmo modernizador de principios de los años noventa, impulsado por la nueva Constitución y el cambio del modelo económico para competir en la nueva globalización?

La respuesta es que la crisis colombiana de finales del siglo pasado produjo un cambio profundo. Los valores del cambio, que empujan a las sociedades al progreso, se reemplazaron por los de la supervivencia, que privilegian la tradición y la autoridad. Eso llevó a la búsqueda obsesiva de la seguridad, que trajo efectos colaterales como la “conservatización” del país y una agenda retardataria. El país se dedicó a mirarse el ombligo con la tesis de que bastaba con seguridad, porque detrás venía la inversión extranjera y con ello ríos de leche y miel. Afortunadamente se está desmontando.

 

 

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