La semana pasada Dabeiba fue arrasada por la lluvia. La montaña cedió sepultando casas, caminos y veredas. Cuatro personas han sido encontradas sin vida bajo la tierra. La intensidad de la lluvia y la dimensión de la catástrofe han puesto al municipio del Urabá antioqueño en la retina del país como efímero lugar de tragedia.
Sin embargo, esos días fueron más los cuerpos sacados de la tierra en Dabeiba. Los restos de cuatro personas asesinadas entre 1997 y 2002, arrojadas anónimamente en fosas comunes en el cementerio Las Mercedes, fueron entregados a sus familiares. Yulieth Andrea Tuberquia, Nelson Antonio Góez Manco, Albeiro Úsuga Uribe y Eliécer de Jesús Manco Úsuga recuperaron su identidad para volver, ahora con nombre propio, a la tierra que antes los borraba.
Entre febrero y noviembre de 2020 la Jurisdicción Especial para la Paz inició la intervención en el cementerio de Dabeiba y, desde entonces, han encontrado 63 cuerpos de personas dadas por desaparecidas. La importancia de este hecho, más allá de la difícil cifra y del dolor que durante más de 20 años han padecido los familiares de las víctimas, es el resultado al que están llevando las versiones voluntarias de la JEP. Por eso, quienes se oponen a la Jurisdicción cuestionaron con saña la entrega de los restos y revictimizaron a los familiares, pues son conscientes de que el éxito de estas investigaciones pone en evidencia sus responsabilidades.
Los cuerpos exhumados en Dabeiba tienen en sus restos el mapa de la guerra. Allí están grabadas las violencias de los actores armados. Entre el polvo, los huesos y los jirones de ropa es posible descifrar el control que durante años ejerció la guerrilla, las marcas de la masacre perpetrada por las ACCU en noviembre de 1997 y los crímenes ejecutados por miembros de la Fuerza Pública conocidos como “falsos positivos”. Más aún, el rastro al que más temen los detractores de la JEP es el que esos restos pueden trazar, pues una sola falange es capaz de señalar trayectorias y alianzas que se creían ocultas como otra gigantesca fosa.
En total, de los 63 cuerpos que se han extraído de las fosas ubicadas en el cementerio Las Mercedes, solamente han sido entregados cinco a sus familiares. Aunque la cifra puede parecer minúscula ante los más de 90.000 desaparecidos que hay en el país, el avance en estas investigaciones devolverá la identidad de los otros cuerpos y dará un poco de paz a quienes han agotado las palabras de tanta pregunta sin respuesta.
Detrás de la exhumación, identificación y entrega digna hay un trabajo que muestra la importancia de la JEP. Pero, sobre todo, evidencia el alcance que puede tener la justicia como sistema, pues la articulación con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas resultó fundamental en la dimensión técnica y humana durante ese proceso. En este caso, queda demostrado que el trabajo de la JEP no solo avanza esclareciendo y sancionando, sino que también lo hace contribuyendo a la necesidad más urgente de los familiares de las víctimas de desapariciones forzadas: la entrega de sus seres queridos.