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Dayton

Marcos Peckel
25 de noviembre de 2015 - 01:48 a. m.

Por estos días se cumplen 20 años de la negociación de los acuerdos de Dayton que pusieron fin a la guerra de Bosnia, la que entre 1992 y 1995 dejó más de 200 mil muertos, millones de desplazados y atrocidades impensables en la Europa post Holocausto. Serbios, croatas y musulmanes lucharon por cada palmo de tierra, siendo los serbio-bosnios quienes incurrieron en las mayores atrocidades de la guerra: masacres, violaciones masivas, construcción de campos de concentración y limpieza étnica.

Las partes llegaron a Dayton tras una intensa campaña aérea de la OTAN que eventualmente obligó a los serbio-bosnios a detener las actividades bélicas y aceptar la mediación. La base de la Fuerza Aérea en Dayton, Ohio, sirvió de sede para los negociadores; los presidentes de Serbia, Bosnia y Croacia, quienes prácticamente fueron encerrados en la base, ajena a comodidades suntuosas, incomunicados y advertidos por parte de EE.UU. que “de ahí no salían” hasta que rubricaran un acuerdo de paz. En el complejo arte, que no ciencia de procesos de paz, el de Bosnia se enmarca dentro de la modalidad de “acuerdos impuestos”, aquellos que les son forzados a las partes y controlados por una fuerza militar superior. Tras la firma de la paz, 60 mil efectivos de la OTAN fueron encargados de su implementación. Los acuerdos, aunque lograron el fin de la hostilidades, terminaron validando los logros militares en el terreno con lo que los serbio-bosnios obtuvieron su Republica Srpska prácticamente independiente, dentro de un sistema federal disfuncional de la Federación de Bosnia y Herzegovina.

La guerra significó el gran fracaso de las fuerzas de paz de la ONU, cuyos cascos azules holandeses observaron impávidos las hordas de milicianos serbios masacrando a unos ocho mil musulmanes en Srebrenica. Sarajevo, la ciudad donde hace un siglo comenzaba la Primera Guerra Mundial sufrió un sitio de tres años por parte de las fuerzas serbias que causó miles de víctimas mortales y desplazados.

La barbarie de la guerra activó el sistema de justicia internacional. Una resolución del Consejo de seguridad estableció el tribunal especial para la antigua Yugoslavia gracias al cual pasaron por estrados judiciales en La Haya los principales responsables de los crímenes de guerra y lesa humanidad, entre otros el presidente serbio Slobodan Milosevic y los líderes serbio-bosnios Radovan Karadzic y Ratko Mladic. Este tribunal junto con el establecido para juzgar el genocidio de Ruanda, tuvieron éxito en su misión y sirvieron de antecedente para la creación de la hasta ahora inefectiva Corte Penal Internacional.

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