El de columnista de opinión, según mi leal hacer, padecer a veces, sentir y entender, es el más íntimo, personal, de cuantos la vida nos convida a ejercer de manera continua en el discurrir del tiempo que nos depara.
Y el más solitario, pues pocas veces tenemos a alguien para distraer los trancones en los que siempre un pare nos detiene contra nuestra voluntad y tiempo, poniendo en riesgo el trayecto andado, alterándolo o simplemente devolviéndonos al punto de partida para reemprender la andadura.
Por demás provocador y para nada munífico en afectos y retribuciones, tiene además el palito de procurarnos animosidades en todas las clases, edades, lenguas, pero también, aunque son los menos, uno que otro me gusta, para aplacar la sordina y los perdigones que nos lanzan la izquierda y la derecha, el centro y la extrema, el revisionismo y la ortodoxia, el cielo y el averno.
Y los infaltables, los de siempre: los escuadrones famélicos de “militantes de la ignorancia activa”, cuya más estimable capacidad es su incapacidad para dar en el blanco de la racionalidad básica, sin embargo, se les abona su porfía en subir a la cima, una y otra vez, la roca y verla, imperturbables, rodar de nuevo por los costillares de su medianía.
Así las cosas, al amanecer de hoy leo en periódicos y columnistas: el dólar trepa, COP 3.782,66 COP X 1 US$; el café y el petróleo, bajan, US$ 1,05 x libra y US$ 41,59 x barril, respectivamente. “Por culpa de estos acuerdos, los TLC, en ocho años se estancaron la agricultura y la ganadería en Colombia”, rabia en su lindante columna Indalecio Dangond B.
Otro tanto de los mismos, los TLC, dijo el sábado en la suya de El Universal, de Cartagena, Rodolfo Segovia Salas: “Colombia colecciona TLC como copas en anaqueles…Casi todos los TLC arrojan balanzas comerciales negativas…Mincomercio insiste en coleccionar trofeos en el deporte de empobrecer al país”.
Y para cerrar la trilogía de columnistas “pesimistas” y “negativos” “atacando” a Duque, concluimos ese repaso de periódicos y columnistas con mi paisano sucreño, el exministro conservador duquista, Carlos Martínez Simahan, en la suya de El Siglo, del sábado 24, en la cual, con cifras del DANE correspondientes al 2019, escribió: “Son 660 mil personas más en la línea de pobreza y 700.000 más en pobreza extrema”.
De ahí, de decir la verdad con firmeza, objetividad e independencia, no quiere decir que sean castrochavistas, petristas o izquierdistas agazapados, pero a ello se exponen en su semanal quehacer de columnistas.
Pero si algo de realista hay bajo este cielo de contrastes e incertidumbres de la realidad colombiana, antes, ahora y después de la pandemia, son los negros nubarrones que se ciernen sobre su economía: el modelo no funciona, el crecimiento y desarrollo se atasca, la pobreza crece, el desempleo trepa y amenaza con convertirse en modelo a imponer para “combatirlo”, las importaciones superan de lejos las exportaciones, la agricultura se reduce, las materias primas exportables: petróleo, carbón, café, languidecen en su demanda externa y precios.
Igual que languidece en su inmovilidad la gris materia de la nomenklatura, responsable en gran medida, al igual que el capital, la ciencia y la tecnología, del parto que dé en el advenimiento de un modelo económico enmarcado en las variables que hoy guían y dictan el desarrollo y la modernidad prevalecientes, la democracia, la inclusión social y la sostenibilidad ambiental.
Tampoco ha dado con la cura la receta que el presidente Duque prescribió para todos esos males, ni ha producido efecto alguno el remedio: la Ley de Financiamiento para reducir los impuestos a las empresas y otorgarles exenciones billonarias, y el no menos indicado de cambiar el precario modelo económico actual por uno menos productivo y light como el vigente, con aroma y sabor a cítricos: la economía naranja.
Como si en sus formas las nubes anticiparan el destino de los humanos, y de las naciones, agrego yo parodiando al poeta, cuanto me dejan entrever estas de octubre es que los auspicios que rondan nuestra economía no van con los deseos y bonanzas que se proclaman y dan por ciertas.
Habría que indagar con los astrólogos del reino el significado de esas señales, Venus en Libra, y pedirles que se las interprete al presidente Duque, pues cuanto toca con Carrasquilla, que debería ser el arúspice, es caso perdido.
* Poeta.
@CristoGarciaTap