De la economía naranja a la economía cristiana

Cristo García Tapia
03 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

Para nada es cierto que los colombianos seamos la tapa de la negatividad, ni que este “no es un país optimista”, ni “sonríe”, ni “mira las cosas buenas”; que “nada nos gusta” y que siempre andamos de “mal genio”.

Porque si así fuere, ya no quedara piedra sobre piedra, ni honra ni instituciones ni nada parecido en este país, que reflejara la civilidad, el buen trato y el “aguante” centenario de tantos y acumulados padecimientos, corrupción, malos gobiernos, paramilitares, clanes, familiares y criminales, guerrillas, bacrim, manzanas podridas, falsos mesías y positivos, y etcétera…etcétera, que hemos soportado y sobrellevado con estoicismo y resignación vergonzantes.

Que “todo lo criticamos”, y “no miramos las cosas buenas, solo las malas”, en vez de solazarnos en este “oasis en la región” que somos y nos ven con sus ojos empresarios, diplomáticos y turistas y el doctor Cabal, no es menos cierto que nuestras razones habremos de tener para no sentirnos ni expresarnos como agradaría y exigen quienes nos juzgan por nuestra de falta de optimismo, de buen genio, gusto y sonrisas.

Si es cierto que todo va bien, y bueno, según Fenalco: los indicadores del país, la paz, la disminución del secuestro, el orden público, el crecimiento económico, la industria, el comercio, más realista y consecuente con cuanto ocurre y se avizora para país, aunque lastime, es asumir con ecuanimidad la verdad verdadera: la economía va mal.

Sí, doctor Cabal, la economía en su conjunto como motor del aparato productivo, del empleo, de la demanda, del consumo, del gasto público, del crecimiento y el desarrollo del país, no se corresponde con el optimismo ni con las cosas buenas que deberían estar ocurriéndonos, pero que no resultan tales ni buenas, y por eso es apenas pensable el mal genio; que no nos guste ese mal comportamiento del país, de su economía y sean, todas esas “cosas”, la causa eficiente para que las estemos mirando como “malas” porque no es lo que queremos ni nos prometieron ni merecemos los colombianos.

Que más grato, además de benéfico para nuestra salud emocional, nos resultaría poder responder con sonrisas a mandíbula batiente, ¡todo bien, todo bien!, cual Pibe Valderrama, cuando nos pregunten por el estado de la nación, por su economía, sus exportaciones versus importaciones, por el crecimiento del PIB, del ingreso per cápita y del empleo, por decir apenas, pero no, eso no se corresponde con la verdad verdadera del estado presente de la nación, y por tanto nos resultaría una falsedad aparentarlo en voz alta.

Como las fotos de unas rondas infantiles de adoctrinamiento del Eln en el Cauca, aportadas por el presidente Duque a la ONU como prueba contra Maduro de su apoyo a aquella guerrilla asentada en Venezuela, que resultaron falsas según rectificación al respecto de El Colombiano, de Medellín, porque no se correspondían con el tiempo y lugar en el que, según el “dossier” presidencial probatorio se tramaba la conjura contra Colombia.

¡Qué vaina!

En tanto a la economía le va mal, pero al país bien, y bueno, a la economía naranja parece que tampoco le va bien, ya se oyen voces autorizadas con eco en el Gobierno, proclamando un nuevo modelo de economía para el país: la economía cristiana, cuya promoción por estas tierras de infieles del Caribe, en Sucre, hizo en plaza pública el senador Uribe Vélez en los discursos de apoyo a sus candidatos del CD.

Y como el ejemplo tiene que darlo primero el que predica, esperemos que la economía cristiana aludida por Uribe sea la misma referida a la doctrina social de la iglesia: “los bienes no son para acapararlos, son para compartirlos”. Y el ejemplo, ya lo dijo Perogrullo, entra por El Ubérrimo.

* Poeta.

@CristoGarciaTap

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