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De la frivolidad a la superficialidad

Cartas de los lectores
13 de mayo de 2014 - 03:09 a. m.

En una reciente entrevista Mario Vargas Llosa recordó una interesante anécdota relacionada con el dictador dominicano Leonidas Trujillo.

El escritor comentó que en el proceso de la investigación para su libro La fiesta del Chivo se enteró de que una de las formas para conocer cuáles personajes de la sociedad dominicana habían ganado o perdido el favor del régimen era leer atentamente las páginas sociales de los periódicos. La presencia o ausencia, y la forma en que las personas eran reseñadas en las fotografías de cocteles y eventos sociales, eran uno de los mejores indicadores de la capacidad de influencia de quienes en la época pertenecían a la élite dominicana.

Aunque claramente en la Colombia de 2014 no vivimos en una dictadura, tampoco podemos aseverar que las páginas sociales, los chismes y los confidenciales no sigan siendo un indicador. Las páginas de nuestros impresos diariamente se llenan y son comentadas en radio y televisión con estos temas. La presencia o ausencia en estos espacios también se nos ha vuelto un indicador de poder y de capacidad.

Baste recordar que lo que actualmente leemos, —las gestiones atribuidas a J.J. Rendón o a José Roberto Arango o Luis Eduardo Hoyos— surgen de la creencia más o menos universal, errada o no, de la capacidad de influencia de personajes públicos o conocidos que están presentes en los medios permanentemente. Los lectores y televidentes nos acostumbramos con desafortunada facilidad a este nuevo nivel de la información y nos acostumbramos a no exigir ponderación y rigurosidad.

Al acostumbrarnos a la superficialidad entramos en una nueva fase. Ya los estudiosos, los que desarrollan, hacen e implementan proyectos, son dirigentes del pasado, no son mediáticos, “o no comunican”. Ahora nos sirven los dirigentes relacionistas, los que tienen buena imagen aunque poca profundidad. También son exitosos, y atraen injustamente la atención, los provocadores, los que viven del escándalo, los que difaman.

En la agenda nacional hemos perdido la oportunidad de conocer y estudiar los grandes temas a debatir, la importancia de las propuestas, los mecanismos de implementación para hacerlas realidad. Toda esta información no es cubierta y transmitida. Se pierde entre las imágenes de quienes se encadenan, bloquean, vociferan o insultan. En consecuencia. la sociedad en esta nueva era sufre como un todo. Parecemos irremediablemente abocados a un viaje que nos lleva a la Venezuela actual. Estamos, en suma, atrapados en un círculo vicioso donde, como lo recordó Héctor Abad, lo importante es percibido como aburrido.

Luis Felipe Simancas. Pereira.

 

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