La Michelada

De la huerta al plato: 24 horas en Guasca, el paraíso chibcha.

Michelle Arévalo Zuleta
10 de mayo de 2018 - 02:00 a. m.

Cundinamarca esconde muchos lugares ideales para pasar un día o un fin de semana, Guasca es uno de ellos, en lengua chibcha, Guasca significa cercado de cerros y de hecho, los alrededores de esta población son los riscos de la cordillera Oriental, uno de los lugares en los cuales floreció la cultura de los muiscas, quienes lo habitaron hasta la llegada de los españoles. Esta sociedad, eminentemente campesina, con creencias fundadas en mitos y leyendas, rodeada de magia, adoradora de la naturaleza, son perfectos anfitriones cualquier día a la semana.

Guasca no es un lugar de una sola visita, es necesario hacerlo con calma y esa es la ventaja de que esté  a 50 km de Bogotá, puedo volver a descubrir nuevos lugares las veces que desee, pero más importante es que pude disfrutar cada camino, y cada  piedra que han servido de escenario para que lugares como Café de la huerta, surjan como destino para  locales y  visitantes  que convergen en un ambiente familiar y de campo, perfecto para una ocasión especial o simplemente para celebrar la vida.

Pasando por La Calera, siguiendo la voz de waze, llegué al letrero que anunciaba el Café de la Huerta, para mi desgracia, la carretera justo a unos pocos metros del lugar, estaba cerrada, lo que me desvió por casi una hora por caminos sin pavimentar, con lluvia y  con nada de indicaciones o letreros que me dijeran que estaba cerca, por eso mi recomendación es salir con tiempo y llamar antes de ir, no solo para reservar, sino para pedir indicaciones y si es preciso acompañamiento desde el desvío, para no perder su tiempo ni su paciencia.

Después de pedir ayuda por teléfono, David uno de los dueños del lugar, nos indicó el camino. Llegando se ven perros, ovejas y en medio de este hermoso paisaje se levanta solitaria y silenciosa una pequeña capilla que data del siglo XVIII y que fuera entonces, iglesia doctrinera de los Dominicos establecidos en el poblado de Guasca para convertir a los indígenas a la religión católica. Hoy la capilla de Siecha es no solo una reliquia, sino blanco infalible del lente de una cámara, parece sacada de una película victoriana, se convirtió de inmediato en  deleite de mis ojos y seguro de los  que pasan por sus alrededores, inspiración de poetas y artistas y hasta de millennials, que como yo vieron la foto perfecta para redes, es simplemente un símbolo de una época, arte hecho arquitectura.

Las doce del día, no solo marcan mi llegada, sino la de otras personas que en familia llenaron las sillas del lugar, una hacienda de camino empedrado es la materialización del sueño de su propietario, un viajero norteamericano que llegó al país en 1971 con sólo diez dólares. Fascinado por la magia y hospitalidad de Colombia, decidió radicarse en Guasca, y en 1985 empezó Café La Huerta. A partir de entonces este lugar, se ha convertido en un sitio tradicional obligado de visitar.

 La carta parece una novela de muchas páginas e historia en cada plato, ofrece una variedad de más de 80 y todos son  únicos del lugar,  preparados en el momento, y con la advertencia de demorarse, con  ingredientes frescos y en estufas de carbón y leña, los recomendados son las carnes, desde las costillas hasta la carne con salsa de queso azul, puede optar por compartir y acompañar de vino o refajo.

De fondo la música de Ricardo Arjona me deprime lentamente, hasta que el cantante toma la guitarra y la armónica y sube mi ánimo de inmediato. La comida no tardo tanto y de repente el sitio se encontraba lleno, sus dueños se acercan a cada mesa para conversar con sus comensales y hacer recomendaciones o preguntar en broma a quien regañar por no recomendarnos las costillas. Es un ambiente muy familiar y cálido, una  chimenea de leña calienta la tarde y es perfecto pasar a tomar un tinto y disfrutar de un postre en el café en frente del comedor.

Un bar, un salón de eventos y de repente este rincón lleno de cuadros y libros, con una estufa y un tocadiscos antiguo, rosas rojas recién cortadas en cada florero, y largos sofás, componen el sitio para disfrutar de un café y una torta de chocolate. Pero no puedo irme sin conocer las habitaciones, con radios y chimeneas antiguas, unas con tina, otras con terrazas y vista, cada habitación con personalidad, una diferente a la otra,  aquí puede alojarse desde 250 mil la noche, con desayuno,  puede disfrutar de las llamas, pregunte por Ernesto la llama adiestrada de David, puede montar los caballos, ver los peces en un pequeño lago pasando por un puente de madera, parque para niños y mascotas y verde mucho verde donde encuentra la huerta.

Si quiere cambiar la ciudad por el campo por unas horas o por unos días, este es mi recomendado, no es el sitio para enrumbarse con los amigos, lo veo más como un lugar tranquilo donde el plan es no tener plan, donde puede ir para el día de la madre o el día del aburrimiento, simplemente para conversar comer rico y descansar. De igual forma no olvide que Guasca, tiene rutas por los ríos, parapente y cabalgatas, cada pedazo de tierra que pisa tiene historia y algo que ofrecerle.

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