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De la niña fea a la niña bonita

Patricia Lara Salive
28 de enero de 2011 - 03:00 a. m.

DICE FELIPE LÓPEZ, PRESIDENTE DE Semana, en el libro de María Isabel Rueda, (Casi toda la verdad), que los columnistas que gustan son los arbitrarios, los que no dejan títere con cabeza. Y que los ecuánimes y los equilibrados pasan desapercibidos.

Pues a sabiendas de que esta columna no le va a gustar a Felipe, digo que es una dicha ver que el país está dejando de ser el malo del paseo, para comenzar a brillar en el panorama internacional y adquirir en Latinoamérica y en el mundo un liderazgo impensable en la época en que el presidente se insultaba con sus homólogos (¿recuerdan el “sea varón” que Uribe le disparó a Chávez?), apoyaba la invasión de Estados Unidos a Irak y sólo le paraba bolas a Bush.

En esta nueva etapa, liderada de cerca por el presidente Santos y por su gran canciller, María Ángela Holguín, Colombia trata a sus vecinos con respeto; soluciona con ellos sus diferencias a base de discutirlas con franqueza y buenas maneras, pues él considera (¡y este sí que es el principal cambio!) que “las cosas son mejor a las buenas que a las malas”; desarrolla magníficas relaciones con Europa y las estrecha con Francia (fueron muy tensas en el gobierno anterior); hace que se respete nuestra dignidad; y trata a los gringos de tú a tú, hasta el punto de que ya parece que va a llegar el momento en que el país pueda elegir pareja: si se casa con Estados Unidos a través de esa monogamia tediosa y con amarres de camisa de fuerza que le impone el TLC, o si ingresa al Mercosur; fortalece el bloque latinoamericano para que la región actúe lo más unida posible, como lo hace Europa (la unión hace la fuerza); mantiene fuertes lazos comerciales con Estados Unidos, de manera individual o siendo parte del Mercosur, al estilo de Brasil; y se permite sostener también un delicioso romance con China y con Asia y, así, diversificar su comercio internacional y saltar al futuro. Es que aquí, y para que no se aburran mucho los lectores con esta ecuanimidad, sí que cabe recordar el poema de don Manuel Machado: “Yo, mujeriego, no he sido. / ¡Eso no! / Pero siempre tuve dos: / una que me quiere a mí, / y otra a la que quiero yo”.

Los logros de las visitas de Santos a América Latina, a Europa, a Naciones Unidas donde Colombia ya forma parte de esa junta directiva del mundo que es el Consejo de Seguridad, el acercamiento a la OCDE, sus viajes de ahora a Suiza y a Francia, y los próximos a China y Corea del Sur, demuestran que esa política de “diversidad democrática” da resultados: como confesó el embajador de Francia en Bogotá, Pierre-Jean Vandoorne, le “impresionó la rapidez con la cual el nuevo gobierno ha sabido entablar un nuevo tipo de diálogo y relación”; y añadió que considera que la “prosperidad democrática es un lema formidable, no sólo para el mismo país, sino para sus socios, en particular Francia”.

Es verdad, como lo dijo el presidente: “El país cambió 180 grados. Nos dimos el lujo de sentarnos con nuestros interlocutores internacionales, para no hablar de seguridad y narcotráfico”, sino “de economía, educación y de temas fundamentales para la calidad de vida”. Parece, pues, que Santos tiene razón y que Colombia, tan golpeada por todas las guerras, puede convertirse en un ejemplo para el mundo y pasar, ¡por fin!, de ser “la niña fea” para volverse “la niña bonita”.

 

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