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De las pirámides de Wall Street a las colombianas

Ángela María Orozco
05 de diciembre de 2008 - 02:07 a. m.

DESDE HACE VARIOS DÍAS TENÍA pensado escribir sobre la crisis internacional —hoy no hay mucho que decir—.  En Colombia y en el exterior han pontificado sobre la crisis, sus orígenes, sus consecuencias, si ya vimos lo peor, etc. Reuniones como las del FMI y el Banco Mundial en octubre pasado, las del Grupo de los 20 en noviembre en Washington, la Cumbre de la Unión Europea en Bruselas,  todas fueron volcadas hacia la búsqueda de soluciones.

Durante la campaña presidencial americana, la única vez que el presidente Bush se reunió simultáneamente con los dos candidatos fue precisamente para buscar alternativas para conjurar la crisis. También se han mencionado los causantes de la crisis —que si Greenspan, Bush, o quien, pero esto no ha sido el foco de la discusión—. Igual situación se está viviendo con las compañías automotrices en E.U., pues si bien muchos analistas comparten que no han sido bien manejadas, la mayoría coincide en la necesidad del apoyo a las mismas por parte del gobierno americano. En resumen, los esfuerzos se han enfocado mucho más a cómo unirse para enfrentar la crisis, dar soluciones, que hacia el ajusticiamiento de un culpable.

Por el contrario, en Colombia llevamos más de un mes, desde que se produjo la caída de la primera pirámide (DRFE), buscando y ajusticiando culpables. Salvo el presidente Uribe, que ha manifestado un mea culpa por no haber obrado a tiempo, la mayoría de los funcionarios en un primer momento no hicieron sino justificar su inacción —hasta que finalmente uno renunció—. En el entretanto, el resto del establecimiento colombiano se dedicó a satanizar culpables. Esto lo dice hasta el artículo de la revista Economist de la semana pasada sobre las pirámides en Colombia. Pareciera que en Colombia es más importante identificar un culpable que solucionar una crisis. Curiosa forma de pensar.

Una vez adoptada la primera decisión en contra de DFRE, se vino una avalancha de críticas contra el Superintendente Financiero, el Ministro de Hacienda, el Gobierno, etc. Congresistas, gobernadores, alcaldes, los ahorradores, todos salieron a culpar al Gobierno, y jamás se detuvieron a analizar sus propias responsabilidades (no es que el Gobierno no tenga que ver, pero es mucho más que eso). Recientemente se busca al culpable en el sector financiero. ¿Dónde están las citaciones de control político que hiciese algún congresista de oposición a los ministros en el Congreso sobre el fenómeno en algunas regiones del país en los últimos dos años? Con excepción del representante del Putumayo, Guillermo Rivera, no los encontramos. ¿Dónde están las declaraciones, gestiones y campañas de las Cumbres de Gobernadores y Alcaldes frente a esta dinámica? ¿No había preocupación por el impacto del DRFE en el largo plazo?  (Aparentemente, DMG no sólo no fue objeto de cuestionamiento, sino por el contrario, pautó en algunos de estos eventos). Sin afirmar jamás que hubiese aceptación por parte de estos mandatarios, ¿no será que durante algún tiempo parecía tan buena la prosperidad que era preferible no preguntar?

Salvo los medios de comunicación hablados y escritos, y algunos analistas que denunciaban el tema, no encontramos mayores movilizaciones en el 2006, 2007 y comienzos del 2008, en contra de esta cultura del dinero fácil.

¿No será que ya es hora de pensar que no importa tanto la satanización de un culpable,  sino cómo aportamos a su solución, no sólo de esta crisis coyuntural, sino de la mucho más estructural de valores que estamos viviendo y que debería ser el centro de cualquier estrategia de Estado? ¿Cómo acabar con la cultura del dinero rápido, fácil y efectivo que hoy está generalizada? Si no hacemos algo ahora, el narcotráfico habrá ganado la batalla más importante: la de la defensa de nuestros valores, la de preservar ese imaginario colectivo que hace que un país sea viable: la creencia de que el estudio, el conocimiento, y el trabajo son la única alternativa para construir un país para las futuras generaciones.

* Ex ministra de Comercio

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