De las plantas en Navidad

Weildler Guerra
23 de diciembre de 2017 - 04:30 a. m.

Los símbolos cristianos de diciembre nos llevan de regreso a las plantas. Arreglar el tradicional árbol de Navidad es un propósito familiar que nos sirve de pretexto para recuperar antiguas nostalgias. Un amigo nos regaló una rama proveniente de un cerezo caído en algún patio de la isla de San Andrés, muy parecida en su perfil al estereotipo de los árboles artificiales navideños que atiborran las vitrinas de los grandes centros comerciales. Esa rama hace poco tiempo viva, pensé, se convertirá en un elemento decorativo pasajero, un objeto que podría considerarse más cercano a las cosas inorgánicas e inanimadas que al oscilante brazo de un árbol bajo el viento decembrino del Caribe.

Los usos a los que asociamos los seres vegetales, como las grandes extensiones de cultivos para obtener biodiésel o las granjas de flores, han justificado la instrumentalización completa de las plantas, cuya existencia solo tendría sentido si sirve a los fines animales o humanos. El filósofo Michael Marder ha resaltado en su obra Plant-Thinking: A Philosophy of Vegetal Life la incapacidad de los humanos de reconocer elementos de nosotros mismos en la vida vegetal. Esta instrumentalización no nos ayuda a saber quiénes son los seres vegetales, pero sí obscurece enormes regiones de su ser. Aunque el debate ético y ontológico sobre las relaciones humano-animales ha permitido un gradual reconocimiento de los derechos de la animalidad, estas consideraciones aún no se han extendido a otros seres como las plantas. Si los animales, afirma este autor, han sufrido a través de la historia la marginalización en el pensamiento occidental, las plantas pueblan hoy los bordes de esa marginalidad.

Nos acercamos al conocimiento de las plantas a través de clasificaciones y mediaciones conceptuales. Para aprehender la vida vegetal hacemos una descripción privativa de esta señalando que las plantas no disponen de algunas facultades que consideramos vitales en humanos y animales, y resaltamos su carencia de locomoción o percepción. Es cierto que podemos tener encuentros estéticos con los seres vegetales como cuando disfrutamos la vista de una campiña florecida o nos detenemos en los colores de los Girasoles de Vincent van Gogh. Sin embargo, la ceguera hacia las plantas y la visión instrumental que proyectamos sobre estas pueden llevarnos a considerar que la flor viviente no es más que un mediador que se desvanece, un momento transitorio de la vida vegetal o un simple punto de transición hacia la fruta.

La Navidad puede ser el tiempo para recordar que las plantas son más que un artefacto exótico e inerte en un herbario. Las reuniones con familiares y amigos nos llevan a percibir ciertos estados de comunalidad muy próximos a la vida vegetal que antecedió a nuestra propia existencia en la tierra. Como lo propone Michael Marder, en lugar de interponer mediaciones conceptuales adicionales o clasificaciones más minuciosas, debemos poner entre paréntesis las barreras reales o imaginarias que los humanos hemos erigido entre nosotros y las plantas

wilderguerra@gmail.com

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar