De lo digital y su efimeridad

Felipe Jánica
19 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.

En un mundo tan cambiante y en el que todo está a un clic de distancia, la carrera por ser más ágiles a veces pareciera confundirnos. Es que no se trata de estar a la moda, se trata de ser relevantes y trascendentales. No por tener lo mejor del mercado se es más exitoso. Eso es lo que está pasando con lo digital. Pareciera que ser digital está de moda, pero, cuidado, ser digital no necesariamente equivale a planeación estratégica o renovación de la misma.

Hay que ser digital, sin duda. Tener claro que cuanta más presencia se tenga, mejor penetración en el mercado se puede tener es una de las máximas de cualquier negocio. Traducir esa penetración en el mercado en generación de ingresos es lo que hace que una estrategia de negocios sea fructífera. Para lograrlo no solo hay que tener un excelente producto o servicio, sino que el mismo sea trascendental. Como lo mencionaba en columnas anteriores, ese producto o servicio debe buscar sostenibilidad, es decir, que sea trascendental para los interesados claves (clientes, proveedores, empleados, reguladores, accionistas y la sociedad).

Sin duda, hay maneras de ayudar a que los productos y servicios sean trascendentales. Si se tiene claro y se producen a conciencia productos o servicios con altos estándares éticos y que le hagan bien a la sociedad, seguramente se ha logrado el paso más importante. Luego, el resultado vendrá por añadidura. Pero como hay que ayudarse para que esto ocurra, una verdadera transformación digital no solo hace que los productos o servicios trascendentales que se producen sean más atractivos, sino que sean más productivos en términos de rentabilidad. Así las cosas, es necesario que las empresas empiecen a pensar en cómo se implementa una transformación digital en la compañía.

Pero, cuidado, una transformación digital no debe confundirse con la planeación estratégica. Mientras lo digital es una necesidad, la planeación estratégica o la renovación de la misma de manera constante con un alto componente de innovación es un deber. Sin duda, hay que centrar esfuerzos en cómo ejecutar la estrategia, es decir, la de largo plazo, en la que seguramente lo digital será un facilitador de los hitos u objetivos de corto plazo. Pensar que lo digital es estratégico y no renovarse constantemente hace que se concentre energía en algo que seguramente ya es una realidad del pasado. Por ello, las compañías que no han empezado a cambiarse al mundo digital están a tiempo de hacerlo, pero seguramente tienen la ventaja de no dejarse confundir con lo que realmente es importante: su estrategia de largo plazo. Para las empresas que ya se transformaron en digital, la tarea es no jactarse de ser digital pues podrían perder su verdadero rumbo.

Así las cosas, no hay que hacer que lo digital sea el centro de atención. Lo digital es más bien una táctica o coadyuvante a que la empresa sea más visible. Lo que es digital hoy mañana será el común denominador. Seguir pensando en la necesidad de la transformación digital y no hacerlo alimenta la posibilidad de fracasar en el negocio. Sin embargo, es importante tener claro que la moda digital mañana pasará, con el agravante que esta moda seguramente no volverá pues habrá más y mejores tecnologías que las actuales.

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