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De los trinos a los votos

Carlos Fernando Galán
04 de agosto de 2013 - 10:27 a. m.

Las redes sociales irrumpieron por primera vez en un proceso electoral en Colombia en los comicios presidenciales de 2010 con la ‘ola verde’.

Ese fenómeno no se tradujo en los votos esperados y quienes auguraban que ese movimiento de redes iba a poner presidente, se quedaron con los crespos hechos. Sin embargo, la evolución de los nuevos medios desde 2010, y especialmente de Twitter, hace evidente que en las elecciones de 2014 las cosas pueden cambiar: por primera vez esos espacios pueden ser decisivos.

Basta con revisar algunas cifras para darse cuenta de la expansión de esas redes: en mayo de 2010, dos semanas antes de las elecciones, Mockus tenía 37 mil seguidores en Twitter, mientras que Petro tenía siete mil, Vargas Lleras cuatro mil, Santos cuatro mil y Pardo tres mil. Hoy, 38 meses después, Santos tiene más de dos millones de seguidores en esa misma red social, Petro tiene 537 mil, Mockus 350 mil, Vargas Lleras 308 mil y Pardo 105 mil. A estas cifras se suma la de la cuenta del expresidente Uribe que, con más de 2,3 millones de seguidores, es una de las más influyentes del país.

Este crecimiento coincide con la tendencia que evidencian los datos revelados hace unos meses por el Ministerio de las TIC. Según esa cartera, a principios de 2013 el 80 por ciento de los colombianos que vivían en zonas urbanas se consideraba usuario de internet y, de ellos, el 73 por ciento usaba internet para acceder a redes sociales. Si tenemos en cuenta que cerca del 70 por ciento de la población vive en zonas urbanas, eso significa que el país podría tener cerca de 18 millones de usuarios de redes sociales. Claro está, eso incluye tanto a los que abrieron una cuenta y poco o nada la usan, como a los asiduos que pueden mandar hasta 50 tuits en una hora (léase Petro).

Ahora bien, aunque estudios indican que parte de esas cifras estarían infladas, sobre todo las relacionadas con los seguidores de los políticos (y seguramente sí), lo cierto es que fenómenos como el rechazo en redes sociales a grandes casos de corrupción como el cartel de la contratación o a los abusos cometidos por servidores públicos —el caso del senador Merlano y sus 50 mil votos— demuestran el poder de los nuevos medios para generar impactos en la política. Las tendencias en Twitter pueden jugar un papel clave para que se caiga un funcionario, para presionar la adopción de políticas públicas e incluso para tumbar reformas constitucionales.

Estos nuevos espacios transforman la relación entre gobernantes y gobernados, eliminando —si así lo decide el líder político— las barreras en la comunicación. Ahora se le puede escribir directamente y de manera pública al presidente, al ministro, al alcalde o al congresista. Es más fácil que el país nacional pueda vigilar al país político, en términos de Gaitán. Se trata de una gran oportunidad para ampliar la participación en la discusión de los temas públicos, no sólo porque son más los que pueden participar, sino también porque muchos más pueden ser líderes de opinión con sólo tener acceso a Internet.

Las redes también tienen sus riesgos. Por su naturaleza, son un escenario propicio para divulgar rumores, lanzar insultos y atacar sin fundamento. Y una vez hecho el daño, es difícil dar marcha atrás. También pueden llevar a la superficialidad en el análisis: no falta el que espera la explicación sobre cómo resolver un problema estructural del país en unos pocos trinos. Por eso se requiere una apuesta real por el fortalecimiento de nuestra cultura política.
Estos cambios no van a acabar con las estructuras políticas, pero sí las obligarán a adecuarse a las nuevas realidades de la comunicación. Con esto, ojalá dejen de ser simples estructuras electoreras y se conviertan en organizaciones de interpretación de las ideas y aspiraciones de cada vez más colombianos. El 2014 es la oportunidad. 

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